Uruguay

Autor: Jesenia Freitez | Marjuli Matheus | María José Martínez | Zurya Escamilla 
Ilustración: Grecia Nexans | Antonio Ramírez
Infografía: Yordán Somarriba | Fátima Cruz

Violencia intrafamiliar se intensificó en confinamiento

Las llamadas de emergencias atendidas por las organizaciones civiles reportan que las agresiones físicas y psicológicas padecidas previamente por las mujeres, se agravaron a tal punto que afectaron aún más al núcleo familiar. En Uruguay, 47% de las mujeres afirman que han vivido violencia a lo largo de toda su vida por parte de su pareja o expareja, según la Encuesta Nacional de Prevalencia basada en género y generaciones

Violencia feroz en cuarentena

Organizaciones defensoras de las mujeres observaron un aumento en los niveles de letalidad y crueldad en contra de niñas y adolescentes, víctimas de abusos sexuales. Mientras que en mujeres adultas la violencia psicológica fue la más preponderante

“Una madre asesinada por su hijo, un padre mata a dos hijos, un hombre tira a su mujer desde un piso 7, otro deja su expareja en el Centro de Tratamiento Intensivo (CTI) en Canelones, otro en Durazno ¿Por qué lo hacen? Porque pueden, porque crecieron aprendiendo que ellos mandan y que deciden, que son el jefe”, fue el alarmante mensaje que escribió el 2 de junio de 2020 en su cuenta de Twitter Mónica Bottero, directora del Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social (Inmujeres) sobre la cantidad de femicidios registrados en Uruguay durante el confinamiento.

Solo en el mes de marzo de 2020, 50% de los asesinatos registrados en Uruguay fueron de femicidios. Uruguay tiene alrededor de 3.4 millones de habitantes, por lo que ocho asesinatos en menos de un mes es una cifra alarmante y más cuando se descubre que cuatro de ellos hayan sido mujeres quienes perdieron la vida por razones de género.

Desarrollo, pandemia y violencia de género

El esplendor de un país reconocido internacionalmente por su indicadores económicos y sociales y más recientemente por el éxito en el manejo de la pandemia de COVID-19, se ve ensombrecido por los niveles de violencia contra la mujer.

La tasa de femicidios es de 1.7 (por cada 100.000 mujeres), de acuerdo con cifras del Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL, un índice superior al 1.4 que registra México y al 1.1 de Brasil, países con una población mucho mayor y en los que la violencia de genero es un problema social ampliamente reconocido.

“Hemos tenido un promedio anual de 30 muertes, lo cual es una barbaridad para un país con tan pocos habitantes”, señaló Teresa Herrera, vocera de la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, (RUCVDS).

Desde el 2 de marzo y hasta el 1 de julio de 2020, Uruguay registró 11 femicidios, de los cuales tres correspondieron a menores de edad.

La pandemia en el país ha incidido en los casos de violencia de género de manera similar a otros países. Primero, con una disminución de las denuncias en la primera etapa del confinamiento, pero con un exponencial aumento en las llamadas de auxilio por este tipo de violencia de más del 80% de las consultas telefónicas y pedidos de ayuda.

De acuerdo con Teresa Herrera, vocera de la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual (RUCVDS), antes del COVID-19 se registraban 37 llamadas por día en promedio, ahora tras el confinamiento el número se incrementó en 76 por día.

Herrera añade que la proporción de violencia contra las mujeres y niños durante este tiempo “es altísima”, sobre todo “la intrafamiliar que en cuarentena se exacerbó” por todas las condiciones del encierro.

No aumentaron las denuncias, pero sí las consultas, incluso por parte de familiares y personas cercanas a estas mujeres para pedidos de ayuda. Muy pocas de las llamadas al 911 se han traducido en una denuncia efectiva en las comisarías y juzgados, debido a que han cerrado por la pandemia”, indicó Herrera Sormano, quien forma parte del Observatorio de Violencia basada en género de Uruguay.

Los reportes de las llamadas a las línea de ayuda apuntan también a una agudización de la violencia psicológica, señaló la psicóloga Raquel Galeotti. La especialista destaca que esta fue la más preponderante con 68.4%. A ella le siguen la patrimonial con 9% y la violencia económica con 7.2%, explicó en referencia a los datos revelados por el informe “Violencia en casa. Dinámica al interior de los hogares en contexto de coronavirus en Uruguay”.

El estudio realizado en conjunto con la Intersocial feminista y la organización Nómade Comunidad Consultora expresa que 19% de las encuestadas aseguraron que, en la actualidad, estaban atravesando una situación de violencia en el hogar.

“La mayoría de las violencias están en el interior del país y en especial, se presentan en las áreas que se encuentran más alejadas de la capital; al norte con 59.9%”, destacó la también docente en el programa de Género, Sexualidad, y Salud Reproductiva del Instituto de Psicología de la Salud de Universidad de la República.

Por su parte, la Línea de Apoyo Emocional (0800 1920) que ofrece asesoría psicológica de manera gratuita y confidencial, las 24 horas del día, ha recibido un total de 8.100 llamados con un promedio de 18 minutos de duración, entre el 14 de abril y el 20 de mayo de 2020. Mientras que con un promedio de 14 llamados por hora, los días con mayores números de llamadas son los lunes, jueves y viernes, en el horario comprendido entre las 15:00 a 17:00 y de 19:00 a 22:00 horas.

Del número de las llamadas, 73% corresponde a mujeres y 23% a hombres. Dentro de los motivos de consulta más frecuentes se incluyen síntomas depresivos, de ansiedad, sentimientos de soledad y aislamiento, entre otros.

Visibilizan abusos sexuales

La dinámica en cuarentena sobre la situación de violencia fue muy similar a la de otros países. A juicio de July Zabaleta, exencargada de la Dirección de la División Políticas de Género de Ministerio del Interior de Uruguay, era predecible que hubiera una reducción de las denuncias formales, pues las personas tienen menos probabilidades de salir. “En primer lugar por la cercanía y la presencia continua del ofensor en el hogar. En segundo lugar, hay que evaluar si el servicio policial brindado durante estos meses es de la misma calidad que antes o si se vio mermado en cantidad de funcionarios el servicio”.

La especialista resalta que en ningún motivo esto significó una disminución de la violencia en Uruguay. De esto dan cuenta los casos sobre violencia, abuso y explotación sexual, además de los femicidios que se han descubierto en el país durante la cuarentena.

“Ya habíamos sido advertidas de que estar encerradas con el abusador generaría una serie de dificultades para las mujeres. Lo que hemos visto es una serie de episodios de una ferocidad, que muestran un nivel de maltrato muy elevado”, indicó Herrera Sormano, quien también es integrante del Observatorio de Violencia basada en género.

La experta señala que, según los datos del Ministerio del Interior para el período de marzo a mayo, los femicidios se encuentran por encima de lo registrado a 2019 durante el mismo periodo de tiempo, pero por debajo de lo ocurrido en 2018.

Los datos de femicidios consumados son datos de cuidado, los casos en los que el agresor no logró acabar con la vida de la mujer víctima también han aumentado.

“En cuanto a las tentativas, de marzo a mayo de 2020, las cifras están por encima de lo registrado en el mismo periodo de 2018 y 2019. Las causas de la violencia siguen en este contexto como la desigualdad y ciertas masculinidades dañina y esto se potencia con las medidas de aislamiento social”, agregó Zabaleta.

El impacto de la emergencia sanitaria por el COVID-19 llevó a las autoridades a decretar la feria judicial, una medida aplicada de manera similar a otros países en la que se restringen las actividades judiciales. Al respecto, la RUCVDS pidió prorrogar las medidas cautelares, así como dictar pensiones de forma inmediata y en especial reforzar los servicios de atención telefónica, entre otros.

En este tiempo de confinamiento las mujeres sufrieron, además, la sobrecarga de trabajo en las tareas domésticas y de cuidado del hogar, resaltó la abogada Alicia Deus, especialista en temas de género.

“Otra cuestión que es importante tomar en cuenta es la disminución de los ingresos en lo hogares más vulnerables por el hecho de quedarse sin trabajo o por estar en seguro de paro (…) hasta el hecho de que niños y niñas dejarán de asistir a clases (…) todas estas características aumentan y hacen más complejo la situación de las víctimas y quizás sea mucho más difícil en ese contexto imaginar una salida en forma de denuncia”, agregó Zabaleta, psicóloga con experiencia en Género y Políticas Públicas.

Casos en confinamiento

En cuarentena los casos de abusos sexual han tenido mayor visibilidad, señalan las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres, en particular en contra de menores de edad.

“Han empezando a salir cada vez más casos de abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Aunque este tipo de violencia infantil siempre está oculto se le ha dado mayor visibilidad. Entre ellos están los casos de al menos tres menores de cinco años abusadas por sus padres y padrastros”, indicó Herrera.

Desde la Asociación Civil El paso, una organización no gubernamental que ofrece ayuda y asesoría a las mujeres que sufren violencia, también han visto el aumento de estos tipos de abusos hacia las mujeres en sus relaciones con su pareja y “situaciones de agresiones sexuales a niñas y adolescentes”, sostuvo Andrea Juanes, directora de la asociación.

Según la “Encuesta nacional de prevalencia sobre violencia basada en género y generaciones realizada por el gobierno uruguayo en 2019 y cuyos resultados fueron publicados en abril de 2020, 76.7% de las uruguayas encuestadas manifestaron haber sufrido situaciones de violencia en algún ámbito a lo largo de toda la vida.

“Con la pandemia empezamos a recibir pedidos de ayuda cada vez más seguidos los fines de semana, lo que incrementó las acciones de protección a cualquier hora. Hemos tenido que sacar niños de su hogar y llevarlos a hogares de protección”, destacó la directora de El Paso.

Tanto mujeres como niños y adolescentes “quedaron muy solos y desprotegidos en una situación que aumentó su vulnerabilidad, mientras las mujeres están atrapadas con sus agresores”, expresó.

Esa agudización de la violencia se ha visto reflejada en los casos que se presentan los fines de semana que, en su opinión, muestran un “aumento de la letalidad y crueldad” por parte de los agresores.

“Por ejemplo, tuvimos dos femicidios y dos intentos de femicidios; el asesinato de dos niños por parte de su papá (que según la legislación uruguaya entra entre los supuestos de femicidio por los antecedentes de violencia de género del perpetrador); también una niña de 11 años embarazada por su padrastro. Un caso de pornografía infantil y otras dos niñas que, a través de los deberes de la escuela, pidieron ayuda a la maestra. Así se pudo detectar que eran víctimas de abuso”, argumentó.

Entre los muchos hechos de violencia que más han conmocionado a la opinión pública uruguaya destaca la revelación de una red de explotación sexual de jóvenes, algunas adolescentes, conocida como Operación Océano que involucra a por lo menos 21 personas imputadas por la Fiscalía. Algunos de ellos resaltan por ser exjueces, empresarios, políticos y maestros, entre otros, quienes ofrecían a menores de edad desde drogas hasta dinero a cambio de favores sexuales.

Refugios colapsados y otras violencias

La directora de la ONG El Paso llama la atención sobre la urgencia de mejorar los servicios de refugios ante situaciones de emergencia como la actual crisis sanitaria. El aumento de pedidos de ayuda en la cuarentena mostró que muchos de estos lugares rebasaron su capacidad de cobertura.

La también activista indica que la asociación ha tenido que hacer esfuerzos para brindar protección a mujeres víctimas de violencia y a sus hijos, pues el Estado no está garantizando la disponibilidad de suficientes casas de refugio y los procesos son engorrosos.

“Hemos tenido que solicitar y gestionar apoyo de las autoridades, pero no hemos recibidos la respuesta rápida, lo que nos obligó a buscar otras alternativas a través del respaldo de sindicatos. Actualmente hay muy pocas plazas y no es de inmediato, para lograr un cupo cuesta bastante trabajo”.

La ley es insuficiente

La ley que establece los supuestos en los que se produce un femicidio en Uruguay data de diciembre de 2017. La ley Nº 19.850, que modificó el Código Penal e introdujo el femicidio como agravante del homicidio en aquellos casos en el que una mujer sea asesinada por cuestiones asociadas a su género, define en su artículo número seis el femicidio como “la acción de extrema violencia que atenta contra el derecho fundamental a la vida y causa la muerte de una mujer por el hecho de serlo o la de sus hijas, hijos u otras personas a su cargo, con el propósito de causarle sufrimiento o daño”, explicó la abogada Alicia Deus, especialista en temas de género.

Es uno de los conceptos más amplios en la legislación latinoamericana, pues contempla situaciones derivadas de la violencia extrema contra la mujer que pueden producir la muerte. El abanico es amplio y los parámetros son variados, por eso existen distintos tipos de femicidios:  íntimo; no íntimo; por agresión sexual; infantil; familiar; familiar sexual; por conexión; por ocupaciones estigmatizadas; por trata; por tráfico; el marco del narcotráfico; transfóbico; lesbofóbico y étnico racial.

Pese al avance en materia legislativa, como en otros países, en Uruguay se repite la situación en la cual existe una ley que en teoría protege a las mujeres, pero que en la práctica es de difícil aplicación, debido a la falta de reglamentos que las regulen y presupuestos para ejecutar políticas públicas efectivas que tiendan a la prevención y a la justicia.

Es por ello que la Red Uruguaya Contra la Violencia Doméstica y Sexual emitió un comunicado en junio de 2020 para exhortar a las autoridades del país a que velen por el cumplimiento efectivo de la ley. “Reglamentar en su totalidad la Ley 19.580 y dotarla del presupuesto adecuado, en especial lo referente a los procesos judiciales, la obligatoriedad de la enseñanza del tema en todo el sistema educativo y mejorar las intervenciones del sistema de salud” son sus principales demandas.

El acompañamiento es crucial

Una de las características de la situación de violencia hacia las mujeres es la dificultad para salir de ese contexto por variadas razones que van desde lo económico hasta lo físico, pues muchas veces los agresores ejercen total control de las víctimas. Por lo que el acompañamiento es fundamental para que las mujeres puedan salir de esa situación.

“Debemos procurar que nunca pierdan su vínculo, que no queden aisladas. Tanto amigos como familiares o conocidos deben impedir que se encuentre y tome sola las decisiones. Tiene que haber el acompañamiento permanente y si no tiene a nadie cercano, buscar a organizaciones dedicadas al tema que saben qué hacer ante hechos de violencia en el hogar”, aconsejó Andrea Tuana, directora de la ONG El Paso e integrante de la Intersocial Feminista de Uruguay.

El primer paso es buscar ayuda, aunque suele ser difícil cuando se vive la violencia en el entorno más íntimo. “A una mujer que está dispuesta a buscar ayuda le diría que lo haga, que el primer paso para salir de un problema es poderlo reconocer y compartir con alguien lo que está viviendo. Todos merecemos tener una vida en paz y aunque puede parecernos que no hay salida cuando estamos mal, siempre se puede salir de la violencia”, recomendó July Zavaleta, exdirectora de la división de Políticas de Género del Ministerio del Interior uruguayo.

Conocer las vías de ayuda es clave, informarse sobre sus derechos y cuáles son las señales de alerta que deben atender. “Nunca es tarde. Las víctimas deben saber que si necesitan ayuda, siempre habrá alguien dispuesto a tenderles una mano. Es importante por prevención que se informen sobre qué hacer o incluso establecer alguna palabra clave con alguna amiga o familiar en caso de que tengan que pedir ayuda y se vean impedidas de decirlo”, indicó Zavaleta, quien es licenciada en psicología con experiencia en género y políticas públicas.

“La sociedad tiene mucho que avanzar en este aspecto, pues la violencia subyace en aspectos casi imposibles de detectar, desde las formas en las que las personas se relacionan hasta posturas socialmente aceptadas que refuerzan o validan la violencia”, reitera la psicóloga, que a su vez, exhorta a los sectores de la sociedad a buscar maneras para crear un consenso real que permita relacionarnos sin violencia.

“Ejercer violencia va más allá de solo golpear. También estamos violentando o reforzando las pautas de relaciones violentas cuando emitimos juicios de valor hacia otras personas; cuando nos adherimos a los cánticos de fanáticos de algún deporte que hablan de lastimar, someter, etcétera. Nada aportamos cuando dudamos de las víctimas de violencia de género, pero le creemos más al explotador sexual, al violador o al ofensor”, advirtió la experta.

Las expertas consultadas consideran que entender la dimensión de la violencia hacia la mitad de la población es clave para que las sociedades modifiquen ciertas estructuras y conductas, con el fin de evitar el origen de más violencia.

“Sería importante como sociedad cultivar vínculos, diálogos, chistes respetuosos; revisarnos a nosotras mismas para saber qué estamos aportando al mundo que queremos y tomar consciencia de que todo empieza con el ejemplo que podamos dar desde nuestras acciones, es lo mejor que podemos hacer”, puntualizó Zavaleta. 

No estaba "loca", él la maltrataba

Ella tiene 20 años de edad y es de Montevideo; dio a luz a su hija en marzo de 2020 y aunque este acontecimiento la tenía esperanzada sufría en silencio la violencia emocional y física por parte de su pareja, de 40 años, de quien siempre dependió.

La relación empezó desde antes que ella cumpliera la mayoría de edad, pese a la marcada diferencia entre ambos. Sin embargo, mantuvo la ilusión de que la llegada de la bebé lo ayudaría a cambiar su carácter agresivo, pero no fue así.

Cuando la niña cumplió dos meses de nacida, a mediados del mes de mayo, él la golpeó. El episodio la afectó tanto que intentó quitarse la vida.

Al llegar las autoridades al domicilio de la pareja, el hombre argumentó que ella estaba “en crisis”. Insistía que podría lastimar a la pequeña y se adelantó a interponer una denuncia en su contra. Alegó que lo había amenazado con hacerle daño a la bebé. Ella, con la evidencia de los golpes en el rostro, negó las acusaciones.

Al principio, durante el procedimiento policial, las autoridades le creyeron al agresor. El hombre pudo quedarse con la bebé después de que la intervención policial abordó el caso como un presunto intento de maltrato contra un menor de edad, mientras ella quedó desconsolada y fue internada en un hospital psiquiátrico.

“La respuesta del Estado fue muy mala. En la clínica tampoco se ocuparon de evaluar qué la había llevado a ella a esa situación como por ejemplo, preguntarse por qué tenía esos moretones en la cara. Nada de eso se vio en una primera etapa de las investigaciones”, señaló la vocera de la ONG que atendió el caso y quien declaró en anonimato en respeto a la confidencialidad de la víctima y allegados.

Su familia, quien había detectado antecedentes de violencia en la relación, comenzó una batalla legal en contra del hombre. Acudieron a una ONG, cuatro días después, en busca de apoyo ante la tentativa de suicidio de ella.

Fueron en vano sus intenciones de esconder lo que finalmente demostraron las investigaciones que se hicieron ante las sospechas de la familia: Ella había sido víctima de violencia por parte de su esposo durante mucho tiempo y eso la llevó al extremo de querer acabar con su sufrimiento de la peor manera.

La familia también luchó para que la bebé pudiera estar con la madre en el período de lactancia. Mientras, él pedía que se le diagnosticara como “loca” y por lo tanto, sin condiciones ni aptitudes para encargarse de su hija. Además, sostuvo que él siempre fue un “hombre ejemplar” y que era quien cuidaba de la niña; argumento que usó en reiteradas ocasiones para exigir que se le diera la custodia de la menor de edad.

El caso fue tratado erróneamente porque las autoridades ignoraron lo que había pasado. Es una situación que si no la veías bajo la perspectiva de género y no se hubiera dado la orientación adecuada, el hecho habría quedado en impunidad, pues la hacía quedar como si ella fuera una loca que quiso matar a su hija y al padre, contando solo la versión, de él”, reitera la activista de derechos humanos.

Este caso fue una de las muchas orientaciones que fueron atendidas por las redes de apoyo que acompañaron a las mujeres, víctimas de la violencia machista en Uruguay durante el confinamiento. Con asesoría legal y psicológica la organización puso en contacto a la familia con un abogado, quien logró documentar la denuncia de violencia y desmentir los cuestionamientos del padre de la niña sobre la salud mental de su pareja, cuya agresión la llevó atentar contra su vida.

En la actualidad la bebé, ya de cuatro meses al cierre de esta investigación, se encuentra con la familia de la madre, quien está en proceso de recuperación emocional.

Al menos 705 casos de suicidio se registraron en Uruguay en 2019, según datos del Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior. Actualmente, se desconocen cuáles son las cifras del 2020, pues el organismo aún no incluye datos en tiempo real.

Un maltrato que duró 20 años

Al igual que esta joven, Antonia[*] de 45 años fue víctima de violencia física por parte de su esposo Mario[*], de 52 años. Pero su caso no era un secreto, al contrario, sus dos hijas, de 23 y 19 años, recuerdan que desde niñas habían presenciado los episodios agresivos de su papá que, por lo general, decían; “tenían que ver con celos”.
Antonia es una profesional con ingresos propios que vive en Montevideo. En casa tampoco tienen mayores problemas económicos. Sus hijas trabajan y siempre tuvieron acceso a una buena educación, mientras Antonia lleva las riendas del hogar para “no molestar a Mario”.

Él siempre fue posesivo y controlador. La interpelaba a menudo sobre todo lo que hacía o con quién hablaba. Era seguro que se molestara si ella se tardaba un poco más cuando iba al mercado o si saludaba a alguien que él no conociera.

Durante la emergencia sanitaria en Uruguay su padre, explican las jóvenes, se volvió cada vez más agresivo. El estar los cuatro juntos durante todo el día, aumentó las tensiones en la casa.

A principios del mes de junio, la violencia psicológica de Mario pasó a los golpes. Esta vez contra una de sus hijas. Tras una gran discusión que terminó con algunos platos sobre el cuerpo de una de ellas, las jóvenes decidieron poner un alto a los maltratos que, por años, vieron en contra de su madre.

Ahora la violencia física se extendía contra ellas.

Por su parte, la familia de su padre también intervino y sin ninguna denuncia lo obligaron a que abandonara la casa ese mismo mes de junio. Desde entonces, velan el lugar para que él no se acerque a violentarlas.

Ni una lágrima más

Este testimonio es similar a la experiencia que vivieron otras dos hermanas en Uruguay, Montevideo, quienes por ocho años vieron cómo su madre, Alicia de 40 años, padecía constantes abusos de su pareja.

Las jóvenes aseguran que en casa siempre había tensión. Era un lugar de conflictos donde jamás se podía estar en paz. Además, veían con preocupación la violencia física y emocional contra su madre, quien estaba cada vez más estresada y asustada.

Los expertos en temas de género dicen que “en el fondo las víctimas tienen la ilusión de que el agresor cambie, de que una nueva oportunidad los hará actuar diferente y de que finalmente dejarán de lado los insultos”, explicaron especialistas en psicología consultados para esta investigación. A eso se aferraba Alicia y a eso le apostaba para “mantener su hogar”.

Pero por el contrario, durante la pandemia su pareja se volvió más violento. Esa fue la razón por la que en el mes de mayo decidió irse de la casa junto a sus dos hijas, aún adolescentes. Las tres lograron recibir acompañamiento psicológico de una organización especializada en atender a sobrevivientes de violencia. Ahora intentan superar el pasado y construir una verdadera familia, solo las tres unidas.





Informes preliminares de la Encuesta Nacional de Prevalencia basada en género y generaciones de 2019, publicada en abril de 2020, revela que 37% de las mujeres en Uruguay vivieron situaciones de violencia de índole psicológica, física y sexual hasta cumplir los 15 años. Del grupo, 18% la padecieron en los últimos 12 meses de levantarse el estudio. Entre ellas, 9.8% son adultas mayores de 65 años de edad.

El estudio también indica que el porcentaje de mujeres que vivieron situaciones de violencia por parte de su pareja o expareja fue de 47% para quienes la han padecido a lo largo de toda su vida y de 19.5% para quienes las han vivido en los últimos 12 meses a la realización de la encuesta. Las principales violencias a las que han estado sometidas las mujeres fueron la psicológica, seguida por la económica-patrimonial, física y sexual, entre otras.

*Los nombres usados en los testimonios son seudónimos que se emplearon para proteger la identidad de las víctimas.








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Femicidios
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Llamadas de auxilio
0 %
Fueron por violencia psicológica