República Dominicana

Autor: Ana Cruz Urbina | María José Martínez
Ilustración: Pierre Daboin | Antonio Ramírez
Infografía: Yordán Somarriba | Denisse Hernández

Violencia psicológica y económica: otros abusos que sufrieron las dominicanas en cuarentena

Psicólogos advierten que el agresor utiliza el poder, el control y la manipulación para crear estados de disociación en la víctima. Con esto logra que se sienta culpable y merecedora de la violencia que se ejerce sobre ella. Estas situaciones de vulnerabilidad fueron frecuentes durante el aislamiento obligatorio en la isla

Encerradas con el agresor y sin posibilidades de denunciar

Al menos 16 feminicidios se registraron entre marzo y junio cuando se levantó el Estado de Emergencia, revelan datos de la Procuraduría General de la República

A finales de enero de 2020, centenares de dominicanas tomaron las calles portando sus pañuelos morados, exigiendo “No más violencia”. Las organizaciones feministas se miraban con más fuerza que nunca y el apoyo de la sociedad parecía más sólido, sin embargo, mes y medio después sus esfuerzos sufrieron un duro revés ante la propagación de la COVID-19. Durante el confinamiento obligatorio, las mujeres continuaron siendo violentadas, pero ahora con menos posibilidades de denunciar al estar encerradas con su agresor.

Las mujeres —denuncian organizaciones defensoras de sus derechos— estuvieron sufriendo en silencio. Aunque en un primer momento se registró una reducción considerable en las denuncias por violencia de género, con el pasar de los días comenzaron a aumentar los reportes sobre diversos episodios de violencia en los hogares dominicanos, tal como lo reveló el “Resumen de Datos Estadísticos en período de cuarentena” del Observatorio de Igualdad del Ministerio de la Mujer.

En junio se dio el mayor número de ingreso de personas que buscaron refugio en las Casas de Acogida. El aumento fue significativo porque, desde el inicio de la cuarentena, se habían reportado menos denuncias. De las 1.241 personas víctimas de violencia extrema que recibieron protección del Estado, alrededor de 626 fueron recibidas en estos espacios, lo que representó un ingreso diario de 12 personas. El número incluye a 512 mujeres y a sus 727 hijos e hijas menores de 13 años: 382 niños y 347 niñas.

En el resumen de datos estadísticos también se revela que del 17 de marzo y el 28 de junio la “Línea Mujer *212”, dedicada a la asistencia de víctimas, atendió 2.322 llamadas. Esto a equivale a 38.1% (884 llamadas) de mujeres que dijeron haber sido violentadas de manera física; 14% (336) denunció violencia psicológica; 1.8% (41) denunció violencia verbal y una que informó sobre violencia patrimonial. Esta línea trabaja de la mano con el Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad 911.

De las dominicanas que se animaron a denunciar, 47% está en el rango de edad de 20 a 39 años, seguidas de las menores de 20 años con 9.8%. La provincia Santo Domingo lideró el número de llamadas de auxilio por violencia machista a la Línea Mujer *212, con un 30.5% para un total de 708 llamadas recibidas desde las 25 provincias identificadas por las usuarias; mientras que 19.6% (456) no reportó el lugar de procedencia.

Otras cifras hablan también de la peor violencia. Así lo muestran las estadísticas de feminicidios y homicidios de mujeres de la Procuraduría General de la República, quien registra 24 feminicidios íntimos ocurridos en total hasta el 08 de julio. Del número, 16 se cometieron desde el mes de marzo, fecha en la que el mundo comenzó a confinarse ante la expansión del coronavirus.

Dichas estadísticas detallan también otra categoría como “homicidios” para describir las muertes de mujeres, quienes perdieron la vida en diversas formas. Estas van desde violencia intrafamiliar, violencia sexual, “pasional”, riñas, “conflicto familiar”, intento de atraco, hasta accidentes, entre otras, según el documento. En este reglón se precisa que 40 mujeres han muerto desde enero y hasta lo que va de año. De esa cifra, 22 se dieron desde el mes de marzo de 2020.

El desafío de parar los abusos

Las cifras siguen preocupando a las autoridades, expertos y organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres. República Dominicana registra una de las mayores incidencias de feminicidios en América Latina, en mujeres mayores de 15 años y a manos de su pareja o expareja íntima. Tal como lo muestran los datos del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (en 2018). Esto ubica la tasa de feminicidios en 1.5 casos por cada 100.000 mujeres, es decir, una de las más altas en la región.

Por ello que para Soraya Lara, directora del Patronato de Protección de Mujeres Maltratadas, la disminución de denuncias por violencia contra las mujeres, registrada en un principio de la cuarentena, en nada refleja la realidad que las dominicanas han sufrido durante el confinamiento que inició a mediados de marzo y culminó con levantamiento del estado de emergencia, el pasado dos de julio.

“No ha habido una reducción, eso es una ilusión. Es la imposibilidad de las mujeres para salir a denunciar lo realmente está pasando, porque están expuestas a un mayor control en el hogar”, aseguró Lara.

La defensora reveló que en el subregistro que manejan como organización contabilizaron, durante un mes de confinamiento, ochenta llamadas de dominicanas que sufrían algún tipo de violencia. Por lo que insistió en que la “vulnerabilidad de la mujer aumentó ante una mayor exposición de tiempo frente a su agresor”.

Syra Taveras Pineda, directora ejecutiva del Centro de Investigación para la Acción Femenina, destaca el hecho de que en el periodo de cuarentena pocas mujeres se atrevieron a denunciar. La mayoría tuvieron que estar “todo el tiempo con los hombres en la casa”. Agrega que también “hay otras situaciones como las económicas, el miedo, la inseguridad o tener que irse de su casa”, hechos que influyen al momento en el que una mujer considera denunciar a su agresor.

“Estamos esperando para saber qué pasará ahora cuando las mujeres empiecen a salir y hablen sobre todo lo que ha sucedido en la cuarentena”, sostuvo Tavares.

Se agudizan agresiones psicológicas

Ivonne Guzmán, psicóloga del Ministerio de la Mujer, resaltó que en los primeros meses de cuarentena “la violencia que se ha agudizado”, principalmente, es la “violencia psicológica, expresada de manera verbal y en menor medida la violencia física.

En la línea de atención psicológica, refirió Guzmán, quien apoya como especialista al Ministerio de la Mujer, se han presentado también casos clínicos por problemas de ansiedad, alteración del sueño, depresión, desesperanza, además de muchos comportamientos de tipo suicida. Todos durante la cuarentena.

Milton Cornielle, director del Instituto de Terapia y Psicología Familiar (INTEPSIF), añade que dentro de la violencia psicológica registrada en este tiempo se han dado actos de intimidación y hostigamiento, que es cuando un agresor subordina a la víctima a su voluntad por medio de la presión, lo que “les impiden reaccionar”, tal como él lo pudo comprobar con algunos de sus pacientes durante el periodo de confinamiento. El especialista trabaja con parejas y excónyuges, quienes han incurrido en situaciones de violencia contra mujeres y el entorno familiar.

“Contactamos a nuestros usuarios, hablamos con ellos y cuando requerían intervención psicopedagógica hacíamos ese trabajo y ciertamente hay una diversidad de casos, en la mayoría con ansiedad, síntomas depresivos y lo que es característico: dificultades o crisis de adaptación a la cuarentena. Pudimos valorar hasta qué punto habían situaciones de riesgo o digamos procesos adaptativos adecuados en aquellas parejas que permanecen juntas todavía. Inmediatamente comenzamos a trabajar para desmontar cualquier idea que pudiera estar permitiendo esas reacciones”, explicó el expresidente del Colegio Dominicano de Psicólogos (Codopsi).

Por su parte, el psicólogo Luis Verge, quien trabaja también en los centros de atención de recuperación de victimarios en el país, destacó que han recibido un “alto volumen” de llamadas de mujeres que expresan problemas de depresión, ansiedad y preocupación en este tiempo. Verge apuntó que la violencia que se vivió en cuarentena es el reflejo de una violencia estructural que ya existe y que se agravó por componentes sociales y económicos que potenciaron conductas agresivas.

“Son los impactos de esta cultura ancestral, patriarcal donde el hombre siempre está en el centro de todo y las mujeres quedan relegadas en la periferia, pero al final teniendo que asumir roles indelegables. Eso crea una vulnerabilidad estructural que al llegar el confinamiento hace que las mujeres queden en condiciones más vulnerables de lo que ya estaban”.

Cifras en detalle

Marilin Pérez Colón, directora de prevención y atención a la violencia en el Ministerio de la Mujer, afirma que el aislamiento social conllevó a una mayor exposición de la violencia tanto para mujeres y niñas como hacia adolescentes.

El organismo revela —en el segundo informe trimestral de 2020— que en ese período que concuerda con el transcurso del confinamiento obligatorio se dieron un total de 7.174 atenciones legales y 1.143 psicológicas. Sin embargo, en el mismo período de 2019 las atenciones legales ascendían a 11.146 y las psicológicas a 3.742, pero en ese momento el país no enfrentaba una emergencia mundial que, hasta el nueve de julio de 2020, ha cobrado la vida de 842 ciudadanos en el territorio nacional y más de 500 mil en el mundo al cierre de esta investigación.

En comparación las cifras de 2019, entre abril y junio, detallan además que el número de atenciones en los tribunales que se otorgaron en el país por parte del Ministerio de la Mujer a favor de víctimas de violencia, fueron en total 3.740, de las cuales 3.460 eran procesos abiertos sin una sentencia y 214 fueron por sentencias penales. De esta última cifra, 55 corresponden a violencia psicológica, 25 por violencia física; 48 casos de violencia sexual; 14 por feminicidios; tres por trata y tráfico y 69 por pensión alimenticia; mientras que 66 fueron por sentencias civiles, (35) por casos de guarda y custodia, (18) régimen de visita y (13) entre otras.

En el mismo período de 2020, las atenciones descendieron a 2.698 en total. Estas se enfocaron en: 2.647 casos sin una sola sentencia y otras 24 sentencias penales en casos de violencia psicológica (2), violencia física (2), violación (6), feminicidios (6), pensión alimenticia (8), además de las 27 sentencias civiles por guarda y custodia (18), régimen de visitas (2) y de otro tipo (7).

La directora de prevención y atención a la violencia detalló que las primeras dos semanas de confinamiento “fueron prácticamente normales en el tema de violencia”, pero en la tercera comenzaron a notar “un ascenso”.

“Del 17 de marzo al 10 de mayo se recibieron 1.257 llamadas de la línea de emergencia, o sea llamadas de auxilio, donde tenemos que ir a rescatar a las usuarias (…) La violencia va en su aumento, no como antes porque no te puedo decir que es como llevar una vida normal con la expansión del COVID-19, pero ha aumentado porque cada día estamos viviendo más con los agresores”, lamentó la funcionaria.

No obstante, rescató la puesta en marcha de otros espacios a los que la mujer puede acudir para denunciar. Algunos de las mencionados por la directora fueron las llamadas al *212 y al 911. Estas se pueden hacer a través de las redes sociales, de manera presencial y con cierto tiempo de restricción, así como al pedir un comprobante fiscal y mencionar el código 212 ante una cajera de un supermercado o farmacia.

La funcionaria indicó que 14.8% de las usuarias han llamado por violencia psicológica, cuyas situaciones son parte de la fase inicial del ciclo de la violencia contra las mujeres.

Pero son las estadísticas de violencia que ha registrado República Dominicana desde 2018, las que hacen pensar a los especialistas y a las propias autoridades que la situación se puede estar agravando en el subregistro de violencia, que permanece oculto en todas sus formas.

Como ejemplo, lo reportado en 2018 por el Observatorio de Igualdad de Género que indica que 70.2% de las mujeres de 15 años y más han sufrido o experimentada violencia en los ámbitos público y privado, mientras que 56.2% aseguró que lo experimentó en los últimos 12 meses del estudio. Entre ellas, adolescentes desde 13 años y más, quienes representaron el mayor registro con 61.4%. Le siguen el grupo de 12 años con 60% y los grupos de 9 y 11 años con 58%.

A ello se suma que para 2019 una mujer, en promedio, fue asesinada cada dos días y medio. En total 78 mujeres, cuyos asesinatos dejaron huérfanos a 300 niños, según datos de la revista digital Afrofemeninas. Más reciente, a comienzos de 2020, el país registraba siete feminicidios  que conmocionaron a la sociedad dominicana.

Son estos lamentables antecedentes estadísticos los que hacen dudar tantos a las autoridades como a las organizaciones que defienden a las mujeres sobre lo que puede estar ocurriendo al interior de los hogares.

Limitaciones para denunciar

La directora del Patronato de Protección de Mujeres Maltratadas señaló que es necesario que el Estado busque más mecanismos que permitan reducir las “muchas limitaciones” a las que se enfrentan las mujeres dominicanas cuando quieren denunciar violencia. En particular ante lo sucedido en cuarentena.

“Muchas ponen la denuncia cuando el marido se va a trabajar, entonces no todas las fiscalías estaban abiertas en este tiempo. Tampoco tenían todo el personal para recibir los cientos o miles de denuncias que ocurren por día en el territorio nacional. Debemos considerar por qué una fiscalía modelo está abierta en el Distrito Nacional y no de igual manera en la provincia, por ejemplo. Entonces, creo que la mujer no ha tenido la oportunidad de ir a denunciar como lo necesita”, argumentó.

Lara resaltó la importancia de que todas las instituciones gubernamentales y de la sociedad civil tomen en cuenta los factores que afectan el entorno de las mujeres, niñas y adolescentes, con el fin de “ofrecer y garantizar que esa víctima realmente sea protegida en su integridad física y psicológica”.

Lara insistió en que las autoridades de República Dominicana “tienen que hacer más” para atender el tema de la violencia en contra de las mujeres. Algunas de las primeras recomendaciones es la creación de “espacios únicos de trabajo” en conjunto con la sociedad civil que den acompañamiento a las víctimas de manera más estratégica, en especial a quienes se encuentran en áreas más remotas y pertenecen a los sectores más vulnerables del país.

“El Gobierno tiene que continuar incrementando los esfuerzos para detener este tipo de asesinatos, de feminicidio (…) Desde el Estado hay que crear políticas públicas que realmente funcionen, que tomen en cuenta el problema de la mujer es multidimensional y que hay que abordarlo de esa manera con urgencia. No podemos seguir naturalizando más muertes ni más violencias”.

“Red de apoyo” es fundamental para salvar a víctimas

Organizaciones defensoras de los derechos de mujeres y psicólogos que laboran en instituciones del Estado recomiendan a las víctimas conformar —en caso de que no la tengan— una red de apoyo para que esta se encargue de acompañarlas en el proceso de denuncia.

Soraya Lara, directora del Patronato de Protección de Mujeres Maltratadas, aseveró que lo más importante es que la mujer reconozca que está siendo lastimada. Una vez ocurra esto, señaló, es necesario que se pongan “en contacto con alguna institución que pueda ofrecerles orientación para preservar su integridad física, en caso de que se presente un momento de riesgo, además de hablar con alguien y activar su red de apoyo social”.

Lara aseguró que parte del trabajo que están haciendo desde el Patronato es recomendar a las mujeres “contactar a alguien de confianza para ella y que esta persona tenga un símbolo o una señal que le permita saber si ella percibe un peligro inminente y así poder ayudarla”.

La activista recordó también que las mujeres pueden acudir al uso de las redes sociales, mensajes de texto o llamadas telefónicas para hacerle saber a esa persona de confianza el peligro que corre y esta, a su vez, denunciar y llegar con las autoridades a rescatarla.

Ivonne Guzmán, psicóloga y colaboradora del Ministerio de la Mujer, concuerda con Lara en que el primer paso es que “las víctimas reconozcan que quieren salir de su agresor”. Luego “trabajar con ellas” y explicarles que “la forma en la que su pareja o expareja se comunica no es saludable; hacerles entender también que no es culpable de los eventos explosivos de la violencia que él ejerza para dominarla”.

Guzmán explicó que parte del proceso es contribuir a que las víctimas construyan esa “red” y en caso de no tenerla, orientarlas para acudir a los “canales institucionales” que puedan darles protección.

“Cada caso es particular, según el tipo de la violencia, pero no depende de quién se esté violentando, depende de la red de apoyo con la que cada persona cuenta”, insistió Guzmán.

La psicóloga aconsejó a quienes están en “disposición de apoyarlas durante el proceso de toma de decisiones” convencer a la víctima de que la vía segura es la “denuncia”, ya que tener “un antecedente de violencia, junto a la denuncia puede contribuir a mantenerla alejada de su agresor”, agregó.

¿Cómo y dónde denunciar?

Marilin Pérez Colón, directora de prevención y atención a la violencia en el Ministerio de la Mujer, recordó que se ha dispuesto la línea *212 para que las mujeres pueden denunciar desde sus hogares. Además, señaló que trabajan en coordinación con el Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad en la línea 911, donde también pueden informar que son violentadas por esa vía.

La funcionaria afirmó que las vías para denunciar se han extendido, ahora también se puede hacer uso de las redes sociales para pedir ayuda ante cualquier tipo de violencia. Además, las mujeres tienen la opción de informar a las autoridades desde los supermercados y farmacias, con solo mencionar el código 212 ante las cajeras que están capacitadas para iniciar el proceso de apoyo para la mujer víctima de violencia.

Pérez Colón explicó que, una vez que se recibe la denuncia por cualquiera de estas vías, el trabajo de las instituciones se hace coordinado para rescatar y ayudar a resguardar la integridad física de la mujer y sus hijos, si es que los tiene. Y de ser necesario, trasladarla a las “Casas de Acogida” u otro lugar donde el agresor no pueda llegar. Además, le dan apoyo legal y psicológico durante todo el proceso

El silencio que alimentó al verdugo

El impacto de los platos que caían en el piso, desde la cocina, alertaron a su vecina. El ruido se mezclaba con la voz de un hombre que vociferaba improperios y de fondo el sollozo de una mujer que le pedía que se calmara.

Poco le importó que los gritos alarmaran al pequeño hijo, de dos años, del que ambos son padres. Asustado, el niño comenzó a llorar.

Tanto así se caldearon los ánimos que su vecina y amiga más cercana le gritó desde la ventana “¿Todo está bien, pasa algo? ¿Te puedo ayudar ?

– “Sí, todo está bien no te preocupes. Gracias”.

No era la primera vez que esto sucedía. En el pasado, su esposo lo había hecho en diversas ocasiones. También mientras ambos quedaron en aislamiento con su hijo y sin salir por las medidas sanitarias para evitar la propagación de la COVID-19.

Su esposo la insultaba, ejerciendo contra ella lo que se conoce como violencia verbal y psicológica. Si los vecinos no lo habían notado antes fue porque en esta oportunidad, en plena cuarentena, su trato se volvió más déspota y el tono de voz se hizo más elevado que de costumbre. Además, el hecho de que lanzara lo objetos al piso con furia le causaron pánico. Hoy lo reconoce.

Y todo por una diferencia de opiniones entre ambos que terminó escalando en una discusión que, por un instante –pensó–, podría haber sido peor.

Él la violentaba utilizando los mismos argumentos de otras situaciones similares en el pasado. Le decía: “Tú no hiciste tal cosa”, “qué estúpida eres”, “tú sabes que a mí me gusta que las cosas se hagan de tal forma”, “no sé por qué tú me sacas de mis casillas”. Frases recurrentes que la entristecían, pues aunque nunca la agredió físicamente él lanzaba objetos que explotaba contra el piso, “cogía vasos, sillas, le daba puñetazos a la pared”, contó.

Sin embargo, hoy admite que cuando la vecina le preguntó qué estaba sucediendo ese día de la tercera semana del mes de mayo, en cuarentena, ella minimizó las reacciones de él. Los expertos dicen que el silencio alimenta al verdugo. Mientras la mujer más calla, más poder tiene el agresor sobre la víctima.

De acuerdo con psicólogos consultados para esta investigación existe un patrón en donde la mujer, que defiende al agresor, no lo hace porque quiere sino porque previamente el hombre ha ejercido violencia coercitiva, que es cuando el agresor utiliza el poder, el control y la manipulación con los cuales crea estados de disociación a la víctima, al punto de hacerla sentir no solo que es culpable de la violencia que se está ejerciendo sobre ella, sino que también se la merece.

Un día después del episodio de los platos rotos, ella se atrevió a buscar acompañamiento psicológico. Llamó al número de la línea de ayuda que atiende a víctimas de violencia y que trabaja con el Sistema Nacional de Emergencia de República Dominicana. En tiempos de confinamiento, los casos de violencia psicológica tuvieron un incremento considerable en los centros de ayuda, de acuerdo con organizaciones defensoras de los derechos de la mujer y médicos especialistas.

Cuando recibió atención, los profesionales de turno le explicaron que en una situación como la que ella vivió, lo más adecuado es ser sinceros con los vecinos o con quien se te acerque para ayudar y pedirle su apoyo si se presenta de nuevo un episodio violento. En especial, porque en su caso ella carece de familiares en el país. Le aconsejaron crear lo que los psicólogos llaman su "red de apoyo".

También la alentaron a explicarle a sus allegados, quienes viven en el exterior, lo que ha estado ocurriendo en su hogar, esto con el fin de que puedan socorrerla. En un principio, le costó asimilar que los continuos arranques de ira de su esposo, que ese mal carácter que tiene y que empeoró con el nacimiento de su hijo, van más allá de ser solo problemas de convivencia.

Ella no caía en cuenta de que era una víctima. Eso es más común de lo que se piensa, le explicaron los especialistas. Las acciones violentas son patrones tal vez invisibles, pero hacen mella y afectan psicológicamente, le dijeron.

“No fue fácil, yo siempre pensé que él me quería demasiado (…) los psicólogos me explicaron que, aunque nunca me había pegado, lo que vivíamos era una relación violenta”. Ambos llevan cinco de años de matrimonio.

Presionada por el dinero

Esta víctima y su esposo han vivido en Santo Domingo, la capital de República Dominicana, desde que se casaron en 2015. Habían sido novios tres años antes. Ella pensaba que las actitudes de su esposo tenían que ver más con su temperamento que con un tema de violencia de género. Además, había mucha dependencia entre ellos porque la familia de la víctima vive en Estados Unidos y la de su esposo en el interior del país. Ella solo se había dedicado al hogar, porque así se lo pidió él. De esa manera, podría cuidar con tranquilidad al bebé. No te va a faltar nada, le enfatizó, pues es un hombre que goza de estabilidad económica.

Cuando comenzó el acompañamiento con el psicólogo, en plena cuarentena, ella empezó a entender que las actitudes de él no solo eran las de un hombre malhumorado. También se dio cuenta de que estar lejos de sus familiares fue una ventaja que usó a su favor para manipularla.

En diversas ocasiones justificó que las decisiones del hogar y la familia fueran solo de su potestad porque él era quien aportaba más dinero. “Entiende, soy el proveedor y sé cuáles son las cosas que más nos convienen”, le decía.

Aunque desconocía que era víctima de violencia psicológica y económica, pronto cayó en cuenta de que debía retomar sus estudios y generar ingresos propios. Así, empezó a producir dinero, a través de un emprendimiento con retornos significativos desde casa que hicieron que ya no necesitara tanto de él económicamente.

Nada de esto le gustó a su pareja, quien sumó a los reclamos el por qué “ya no tenía tiempo para atender la casa”. Y como un círculo vicioso: él estallaba por aquello que “no hice en casa”, “Mira cómo te quedó la comida”, “Mis camisas se ven arrugadas” y ella se sentía culpable. Luego se disculpaba y todo parecía volver a la normalidad “como una pequeña luna de miel” hasta que de la nada volvían los conflictos y sus rabietas.

La situación empeoró en el confinamiento, aun cuando ella “evitaba molestarlo”. Era un hombre que siempre estaba iracundo.

Tras buscar ayuda la mujer tuvo el valor de dejar el hogar de ambos e irse con su hijo. Fue muy difícil hacerlo, confiesa, y ante las pocas opciones que tenía estuvo a punto de irse a vivir a la casa de su suegra, quien reside en el interior del país. La orientación y seguimiento psicológico que recibió la hizo entender que debía mantener la distancia y estar desconectada para protegerse del agresor y eso incluía no estar cerca de familiares de él.

Desde la distancia, sus padres ubicaron a un amigo de la familia, quien le ofreció refugio para salir de esa situación de maltrato en la que estuvo muchos años sin darse cuenta. También la acompañó a hacer la denuncia.

El respaldo psicológico que recibe la hizo entender que por ninguna posición económica privilegiada vale la pena aguantar maltratos y que, por el contrario, merece ser tratada con dignidad, amor y respeto. Por el momento, sus padres la ayudan con la esperanza que todos puedan reencontrarse en Estados Unidos.

*Los nombres de los testimonios han sido suprimidos en resguardo a la identidad de la víctima. La información fue recabada sobre la base de un  cuestionario. Ella es una sobreviviente en proceso de recuperación.

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