Perú

Autor: Jesenia Freitez Guedez | María José Martínez | Zurya Escamilla Díaz
Ilustración: Pierre Daboin | Antonio Ramírez
Infografía: Yordán Somarriba | Denisse Martínez

Madres arrebatadas por la violencia

Los asesinatos de Jannette y Fiorella dejaron en orfandad a cuatro niñas en Perú. Sin conocerse, sus familiares luchan para vencer la impunidad y encontrar justicia

El terror las acompañó en casa

Aunque Perú registró una disminución de los feminicidios, la violencia se ensañó contra niñas, niños y adolescentes, quienes fueron víctimas de abuso sexual en el tiempo de confinamiento

El 16 de marzo de 2020, día que siguió al decreto de cuarentena, Perú vio sus calles desiertas por medidas que buscaban cuidar a su gente del virus, pero que lanzaron a miles de mujeres a la merced de sus agresores en condiciones económicas y críticas que favorecen el incremento de la violencia.

El decreto de confinamiento tampoco ha ayudado al cumplimiento de las medidas de protección dictadas por el Poder Judicial, que ordenan el alejamiento del agresor y la víctima hasta por 300 metros. Estas órdenes han sido inejecutables en un contexto donde todos deben estar dentro de sus hogares, justo en convivencia con la persona a quien deberían evitar.

Los reportes de abusos sexuales a menores de edad y el incremento de llamadas de auxilio dan cuenta de la grave situación de violencia que están padeciendo las mujeres, niñas y adolescentes en Perú. Así, el lugar más seguro para resguardarse de la COVID-19 fue, al mismo tiempo, el que más las puso en riesgo.

“La violencia de género ha estado siempre antes de la cuarentena. Desde el momento en que se dictó la medida las parejas que ya tenían estos problemas, quedaron congeladas en espacios pequeños. Muchos en lugares alquilados con los que ya tenían problemas para el pago de sus rentas, algunos incluso con medidas de alejamiento que no se pudieron ejercer”, indicó Roberto Miranda, especialista en derecho penal y de familia.

Desde el 16 de marzo hasta el 30 de junio el Equipo Itinerante de Urgencia (EIU) del Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar – AURORA reportó un total 7.470 mujeres atendidas.

En cuanto a los casos de violencia sexual se reportan 659, de los cuales 69.2% ocurrió en niñas, niños y adolescentes y 30.8% en adultos.

Pese a este escenario, las denuncias de violencia ante la policía y la fiscalía se han reducido. A juicio del abogado Roberto Miranda, especialista en derecho penal y de familia, la falta de atención que, asegura, hubo en el Ministerio Público como consecuencia de las medidas de aislamiento obligatorio, incidieron en la reducción de denuncias en la etapa de confinamiento.

Prácticamente, en el primer mes no hubo ningún tipo de atención durante la cuarentena. Luego ya se daban teléfonos y correos electrónicos como vías de denuncia. Incluso se abrieron posibilidades para que se atendieran hechos de violencia. Llegando aproximadamente a recibir unas 5.400 denuncias, según lo que informó el canal informativo del Estado en momentos en que empezaron a reportarse violaciones, en especial a menores de edad dentro del seno familiar”, puntualizó Miranda, quien ha llevado diversos casos de feminicidios en Perú.

En su opinión, el Estado debió tomar más medidas para garantizar que se cumplieran las órdenes de alejamiento ya existentes. Asimismo, las comisarias debieron mantener informados a los juzgados “sobre qué personas tienen o gozan de medidas de protección”, señaló.

Otras de las medidas que provocó críticas fue la segregación de personas por su género con la finalidad de controlar la movilidad en las calles. Una decisión muy similar a la aplicada en Panamá y Bolivia para evitar la propagación de la COVID-19.

El 2 de abril de 2020 el gobierno anunció que solo se permitiría la circulación de mujeres los días: martes, jueves y sábado y de los hombres los días lunes, miércoles y viernes, de 8:00 a. m. hasta las 6:00 p. m. Los domingos, ni hombres ni mujeres podían salir a las calles.

Niñas y adolescentes, de las más vulnerables

El aislamiento obligatorio mostró un incremento de la violencia hacia las poblaciones más frágiles como niñas y adolescentes. Tan solo en la Línea 100, un servicio telefónico de información y orientación para víctimas las 24 horas del día, el aumento del número de llamadas de auxilio ha sido significativamente superior a 50%.

Los datos del Servicio de Atención Urgente (SAU), que señalan los tipos de violencia y grupos de edad, detallan la magnitud de la afectación en la población de niñas y las adolescentes como los más perjudicadas entre los meses de enero y junio de 2020.

Las cifras revelan que el grupo de edad “de 6 a 11 años” fue el que más registros tuvo en violencia psicológica con 256 casos (24.9% del total), a este renglón le siguen menores de 0 a 5 años, con 229 casos.

En cuanto a la violencia física, los 296 casos ubican también al grupo de 6 a 11 años en primer lugar respecto a otros rangos de edad afectados. Seguidos por adultos entre 26 y 35 años y en tercer lugar menores de 0 a 5 con 203 casos.

Mientras que en violencia sexual la población que reportó más casos, con 226, fue el grupo de edad de “12 a 17 años”. Le siguen los menores de edad de 6 a 11, con 138 casos, y de tercero se encuentran los 69 casos de mujeres jóvenes, entre 18 a 25 años.

Por su parte, el resumen estadístico de consultas atendidas por el servicio del Chat 100 y redes sociales, otro servicio complementario que atiende a víctimas de violencia, indica que el mes de junio contabilizó el mayor número de consultas desde el inicio de la cuarentena, con 3.286 casos, pues mayo registró 2.981, abril 1.193 y marzo 609.

Asimismo, el mayor motivo de las consultas fue también por violencia psicológica (2.225); física (1.516), sexual (422) y económica (5). De ellas, 76.11% correspondieron a mujeres.

“El desafío es mayor en las zonas rurales, no solamente porque no hay todos los servicios sino porque todavía en esos lugares está normalizada la violencia. Por ejemplo, es común ver comunidades, donde les parece natural que un hombre mayor de 50 se enamore de una niña de 11 años; para nosotros eso es inadmisible”, dijo Nancy Tolentino, directora del Programa AURORA para prevenir la violencia contra las mujeres y en la familia.

Mayo, indicativo del aumento

El SAU precisa que entre el 16 de marzo y el 23 de mayo se atendieron 1.442 terapias breves de acompañamiento: 1.369 para mujeres y 73 para hombres.

Solo en ese periodo de tiempo atendimos 372 reportes de violación sexual, de estos casos en 255 la víctima era una niña o adolescente”, informó la directora del Programa AURORA.

Tolentino precisó que la mayor parte de las ellas ocurrieron en las inmediaciones del hogar y fueron cometidas por personas conocidas y familiares, en 30% de los casos el padrastro. 

“Eso nos muestra un rostro de la violencia que se levanta con mayor fuerza entre las niñas y las adolescentes”, reiteró. Los departamentos con mayor incidencia fueron Lima, la capital, con 311 casos, La Libertad, con 95, y Junín con 83 casos, entre otros.

La funcionaria apunta que los números siguen creciendo en Perú. La crítica situación en poblaciones vulnerables llevó a las autoridades a reforzar sus equipos profesionales en el programa AURORA, el cual tiene presencia en 66 distritos, donde se enfrentan a una violencia arraigada, principalmente en comunidades rurales en las que se encuentran casos que naturalizan relaciones entre hombres adultos con niñas y adolescentes.

De esta manera, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables puso en marcha el despliegue de 264 equipos itinerantes en todo el país que no esperan las denuncias, sino que ellos mismos se trasladan a los hogares. De este trabajo, encontraron 4.402 casos que fueron atendidos. Entre las víctimas se encuentran 3.717 mujeres, 685 varones y 1.708 de niñas, niños y adolescentes.

La información reportada por los Centros de Emergencia de la Mujer (CEM), que coordina el Programa AURORA, dan cuenta de 3.737 casos de violencia contra mujeres que han tenido un aumento constante desde el mes de marzo cuando se contaron 409; mientras en abril subieron a 1.134 y en mayo alcanzaron los 2.194.

De esta totalidad 2.022 fueron por violencia física, 1.080 de tipo psicológico, 627 de tipo sexual y ocho de violencia económica o patrimonial. El grupo más afectado por la violencia sexual fueron las niñas, niños y adolescentes.

“Hemos recibidos llamadas de diversos familiares e incluso niños y amigos que tenían un conocido que les manifestó que había tensión, que la pareja rompía cosas, que tenían miedo y que querían irse. Allí es cuando intervenimos para contactar a la víctima y rescatarla, algo que fue muy frecuente en la cuarentena”.

Casi 100 personas en refugios

El programa AURORA, que depende del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, tiene al menos 14 casas de refugio de las 46 que hay en todo el país. En tiempos de confinamiento han atendido a 96 personas: 45 mujeres y 51 menores de edad, cuyas vidas “estaban en riesgo inminente”, enfatizó la funcionaria.

“En algunas zonas donde no tenemos hogares, hemos coordinado con otros refugios públicos y privados, donde tuvimos que ingresar a algunas mujeres que necesitaban este servicio de protección durante el confinamiento”.

Los 35 hogares de refugio que dependen de diversas instituciones también reportaron un aumento en la recepción de personas que habían sido víctimas de episodios desde el inicio de año y en comparación con 2019. Las cifras indican que desde enero se brindó refugio a 386 personas: 94 en enero, 158 en febrero y 134 en marzo, disminución que Talentino atribuye a la falta de apoyo para denunciar.

Feminicidios desestimados

Desde el mes de marzo y hasta junio el programa AURORA contabiliza 34 feminicidios en el país. Esta cifra es 37% menor que lo registrado entre el tercer y quinto mes de 2019.

A juicio de Nancy Talentino, la reducción se debe a que las mujeres “deben estar sufriendo una doble o triple carga de trabajo en silencio”. Esto, a su vez, eleva el miedo a denunciar en medio de la incertidumbre de estar en casa con el agresor, llena de trabajo y con las dudas sobre qué hacer si denuncio, explicó.

“Nosotros seguimos trabajando en la prevención y en seguir dándoles la confianza y la seguridad de que denuncien porque nada justifica que sigan viviendo con violencia”.

Este mismo reporte muestra que 62% de los feminicidios fueron cometidos por la pareja y 15% por una expareja. En tanto que 85% de las víctimas eran mujeres adultas, 13% eran menores de edad y 2% adultas mayores.

De los 66 feminicidios ocurridos de enero a junio de este año, cuatro víctimas estaban embarazadas y producto de este crimen, 86 niños y niñas quedaron huérfanos.

Cuando una mujer muere, una sociedad pierde a alguien que podía aportar (…) la mayoría deja niños en orfandad y después ¿qué ocurre con los hijos de esa mujer que presenciaron el crimen? ¿cómo se les enseña que lo que vieron no es normal? ¿cómo se recupera a una familia que se cansa de luchar y que no ve justicia y que se sigue sintiendo maltratada aún después de lo ocurrido? Entonces, esto te demuestra lo mucho que hay que hacer para prevenir la violencia en contra de las mujeres”, opinó la periodista Angélica Villegas, quien investiga desde hace siete años casos de feminicidio en Perú.

Discriminación y otras violencias

Por otra parte, los delitos contra mujeres, comenta el abogado Roberto Miranda, suelen minimizarse en las comisarías dado que el trato se limita a la atención policial, pese a que organizaciones y activistas defensores de los derechos de la mujer en Perú han pedido sumar más personal dedicado al área psicológica y de trabajo social.

Miranda cuestiona las fallas en el acceso a la justicia para las víctimas o familiares que han reclamado retardo procesal para la detención de los feminicidas.

El jurista comenta que en el tratamiento de feminicidios ante los operadores de justicia se observa una discriminación hacia personas de menos recursos y más vulnerables, en comparación con otros sectores de la sociedad con un mayor nivel socioeconómico.

“Por eso en los sectores pauperizados, muchos tienen que recurrir a los medios de comunicación o redes sociales para evidenciar y visibilizar su necesidad urgente de justicia, de otro modo, las denuncias pasan completamente desapercibidas”, refiere el abogado.

De manera similar a otro países, organizaciones de derechos humanos reportaron que las labores de la policía se han enfocado en hacer cumplir la cuarentena por encima de otras operaciones, lo que retarda la aplicación de detenciones preventivas sobre presuntos feminicidios, tal como ocurrió en los casos de la atleta nacional de lucha libre, Jannette Velly Mallqui Peche, de 31 años, ocurrido en confinamiento y el de Fiorella Santamaría, en vísperas de la cuarentena, cuyos familiares ofrecieron testimonio para esta investigación.

“He recibido casos en los que se usa la cuarentena para decir que no se pueden terminar los trámites, entregar la necropsia o algún examen médico para determinar cualquier lesión”, dijo la periodista Angélica Villegas, quien agrega que en muchas ocasiones solo se toman las diligencias cuando la prensa hace público el caso.

Un decreto legislativo aprobado recientemente en Perú establece que todos los casos de violencia, no necesariamente en flagrancia, deben ser atendidos independientemente del nivel de riesgo, apuntó la directora del Programa AURORA.

Los casos de feminicidio y violencia de género también se han visto obstaculizados por una respuesta todavía menos oportuna. Algunos, incluso, son desestimados por medicina legal, explicó el abogado Miranda.

“Por ejemplo, si alguien se salvó de morir porque le cayó un proyectil felizmente rozándole el codo, no es feminicidio ni intento de feminicidio sino que solamente es lesión leve. Entonces, el fiscal muchas veces yerra en la tipificación del delito y generalmente no hay una calificación correcta del tipo de delito, gravedad y circunstancias agravantes que pueden poner en peligro a una mujer”.

Vías de denuncia

En Perú las autoridades habilitaron diversas modalidades de denuncia, tras el primer mes de cuarentena. Entre ellas un correo electrónico, números de teléfonos y de WhatsApp que ya han recibido hasta 5.400 llamadas por violencia contra mujeres, indicó Roberto Miranda.

Para la periodista Angélica Villegas, especializada en el tema de investigación policial y de la violencia contra la mujer, en Perú existe una cultura de denuncia, incluso en comunidades apartadas, lo que se refleja en las 77.802 llamadas a la Línea 100 que se registraron entre marzo y junio.

De ellas, 60.250 llamadas (77.4%) corresponden a atenciones a mujeres. La Línea 100 atendió 20.218 consultas telefónicas por violencia física en ese periodo, 21.653 por violencia psicológica, 3.569 por violencia sexual y 207 de violencia económica o patrimonial.

Detrás de cada reporte ─señala─ hay una persona que padece en carne propia este flagelo. Por ello, recalca que los vecinos, amigos y familiares deben involucrarse al sospechar que alguien está en riesgo; aunque añade que la búsqueda de justicia inmediata “se dificulta en ocasiones cuando el crimen ocurre en zonas alejadas, donde el acceso a la policía y al Ministerio Público se complica por la lejanía y pocos recursos con los que suelen contar los funcionarios.

“Suele pasar que cuando ya está todo listo y finalmente hay un fiscal asignado al caso, los familiares se encuentran con otra traba, que es el tema de la lentitud para investigar”.

Golpes a la cartera

No solo los golpes emocionales y físicos se han hecho presentes en esta contingencia, las autoridades también han recibido denuncias por violencia económica que coincidieron tras el cierre de negocios y que provocan problemas internos en las familias, porque no hay ingresos para la comida o para pagar la escuela de los menores de edad.

“Además de agudizarse lo psicológico, otro tipo de violencia que también ha surgido es la económica, debido a la falta de recursos económicos en las familias, pues generalmente es el hombre quien sale a trabajar y tiene que seguir produciendo aunque haya cuarentena, mientras la señora es la que recibe el diario para poder mantener a los hijos. Estos problemas se hicieron más complejos en este tiempo”, dijo el abogado.

Esta misma situación ocurre con quienes tienen una obligación judicial de pagar pensiones alimentarias, pues con la pérdida de empleos el dinero no llega a las familias. Tampoco hay manera de reportarlo ante los empleadores para hacer válida esta obligación.

“Ahí se produce un problema de carácter económico que toca el aspecto psicológico, al rozar el insulto, las amenazas y otro tipo de conflictos emocionales que se tienen en casa”, estimó Miranda.

Vidas truncadas

A pesar del arraigado machismo, cada vez son más frecuentes los vecinos y familiares que reconocen su corresponsabilidad en el tema de violencia contra mujeres y llaman a la policía cuando sospechan que la vida de alguien puede correr peligro, apunta Talentino, directora del Programa AURORA.

Finalmente, los actos de violencia contra las mujeres tienen repercusiones en el corto, mediano y largo plazo con problemas que se mantienen e incluso se agravan en el primer círculo social que es la familia y se trasladan al colectivo.

Los niños y niñas que viven como testigos de la violencia que sufre la madre son víctima directas porque están experimentando en carne propia el miedo, el temor, el pánico y el dolor de ver que los seres que debían quererlos, amarlos, proteger y cuidarlos, lo llevan a experimentar esas situaciones de violencia”, comentó.

A su parecer cuando una mujer es violentada o asesinada pierde no solo la sociedad, sino el país para quien su muerte representa un costo económico, pero también un proyecto de vida trunco y una familia afectada.

Los golpes, las amenazas y las vidas coartadas silencian miles de voces todos los días en un país que apenas ha comenzado a mirar, a preocuparse, a involucrarse. 

Con autoridades ocupadas en atender la otra pandemia, son esos aliados entre vecinos, amigos y familiares, quienes hacen un cambio radical en la vida de mujeres, sus hijos e hijas, advierten organizaciones defensoras.

Para Villegas, periodista de investigación policial, cambiar esa mentalidad que busca justificar lo injustificable es indispensable para que las mujeres puedan comenzar a construir un mundo mejor.

“Dejemos de decir que fue porque tenía una minifalda, porque estaba tomando y porque entró a un local y por eso la mataron. Aquí el delito no lo comete la mujer, lo comete el hombre que la asesina o que la agrede”, sentenció.

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El reconocer que eres víctima puede ponerte a salvo

Perú es un país que ha logrado incentivar la cultura de la denuncia en la población. Sin embargo, ante el número de cifras que narran las diversas formas de violencia a las que son víctimas las mujeres en el país, los especialistas en temas de género resaltan la importancia de brindarles apoyo para que puedan aprender a detener los abusos en su contra.

Uno de los primeros pasos es atreverse a tomar la decisión de salir del círculo de la violencia, indicó Carmen González, psicóloga, experta en temas de familia.

“Es necesario hacerles entender a las mujeres que por ningún motivo deben soportar cualquier tipo de maltrato y eso pasa por trabajar su autoestima para ayudarlas a vencer el miedo y que puedan, finalmente, denunciar. Deben evaluar qué tipo de amor y relación merecen que, por supuesto, nunca tiene que ser violento”, señaló.

La especialista insta a las mujeres a crear redes de apoyo con amigos, familiares o personas cercanas de confianza que puedan “tenderle la mano” ya sea con una denuncia u ofrecerlo refugio temporal, en caso de que deban salir del hogar ante una emergencia.

Nancy Tolentino, directora del Programa AURORA para prevenir la violencia contra las mujeres y en la familia, también llama a los padres y a sus representantes a refozar los mecanismos que permitan resguardar a los menores de edad, lo que significa estar atentos a cualquier señal de riesgo. Eso incluye analizar si se presentan cambios fuera de lo normal en el comportamiento de las niñas, niños y adolescentes.

“Evitar que algún extraño se les acerque o darle alojamiento en la casa. Tampoco se debe permitir que jueguen con ellos sin supervisión”, dijo.

Desde el punto de vista jurídico el abogado Roberto Miranda, especialista en derecho penal y de familia, aconseja a las víctimas reunir la mayor cantidad de pruebas como registrar audios, videos, fotos, entre otros, que sirvan de evidencia para probar la violencia que hayan podido sufrir.

Por su parte, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables habilitó la Línea 100 en la que se puede reportar situaciones de violencia que cuenta con un servicio de acompañamiento psicológico telefónico y donde atienden más de 80 profesionales psicoterapéuticas y psicólogos.

Durante la etapa de cuarentena el servicio fue reforzado. Es gratuito y se puede acceder a él desde cualquier teléfono fijo, celular o público, las 24 horas del día y los siete días de la semana. Además, cuentan con el servicio de Chat 100 que también brinda orientación, a través de expertos en el área psicológica y legal.

Vale resaltar que ante cualquier denuncia que llegue a la Línea 100 o su servicio de Chat las autoridades se movilizan, a través de visitas domiciliarias para rescatar a las víctimas, en caso de peligro inminente.

El ministerio público, de igual manera, publicó la “Cartilla de orientación para casos de violencia hacia las mujeres e integrantes del grupo familiar durante el COVID-19”. El documento es una guía de orientación para las víctimas, a quienes se les brinda asistencia sobre los servicios y protocolos para denunciar.

“Hemos desarrollado antes de la cuarentena alertas de seguridad, pequeñas cartillas muy coloridas para poder decirles que si ya te separaste de un hombre violento, no aceptes reunirte con él; tampoco si tienes una medida de protección no dejes que llega a la casa con el pretexto de visitar a los niños o de dejarte que la pensión de alimentos (..) hoy más que nunca esos consejos son pertinentes porque si no se toman medidas, pueden poner en riesgo la vida”, argumentó Tolentino.

La comunidad debe ayuda a prevenir

La periodista Angélica Villegas, quien investiga delitos de feminicidios en la nación peruana, considera esencial que tanto la comunidad como la familia y el resto de las personas que forman parte de su entorno, rechacen conductas violentas y machistas hacia ellas.

“Si como vecino estás escuchando a una pareja o a una mujer gritar, no lo ignores. Tú también puedes reportar lo que está ocurriendo, por ejemplo de manera anónima y enviando la dirección, mucho más en momentos en el que agresor sabe que la mujer no puede salir a la comisaría a denunciar. Por eso es primordial ese apoyo que puedan brindar”.

Tolentino también exhorta a la comunidad y a las personas cercanas a las víctimas a dejar de naturalizar la violencia.

La indiferencia también es violencia (…) si escuchas a alguien que está gritando, avisa a la policía; debemos ser solidarios y vencer esa indiferencia para asumir la responsabilidad que tenemos como sociedad y eliminar el machismo de una vez, por ejemplo en tantas frases que les dicen a la mujeres como ‘busca tu media naranja’  ‘por qué te vestiste así’ o ‘por qué fuiste a tal lugar’  o cuando te separas y te divorcias te dicen ‘reconstruye tu vida’, cómo que si tu vida fuera destruida por eso. Hoy más que nunca las mujeres tienen que mantener y recuperar su valía y saber que nada justicia ser víctima de maltrato”, apuntó Tolentino.

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La medalla que siempre le faltará a Perú

El orgullo de representar nuevamente a su país con la bandera blanquirroja a cuestas, quedó como un sueño que la atleta nacional de lucha libre Jannette Velly Mallqui Peche de 31 años, no logrará repetir. Ahora ese podio de la victoria quedó en el imaginario de sus hermanas y en especial de sus hijas, como un espacio vacío, lúgubre y enmohecido, con la pena de saber que la última lucha no fue para ganar una medalla, sino para salvar su vida el 14 de mayo de 2020.

Su contrincante y victimario no tuvo clemencia, usó sus fuerzas de luchador para acabar con ella y huir, dejándola abandonada en el Hotel Bohemia, ubicado en la zona Bellavista, en el Callao, ubicada al centro-oeste de Perú.

Eduardo Paolo Barboza Márquez, el principal sospechoso del feminicidio de Jannette, fue detenido el 26 de mayo en el Distrito de Comas, una de las provincias de Lima, ubicada a 13 kilómetros de Callao.

El Poder Judicial le dictó ocho meses de prisión preventiva mientras evolucionan las investigaciones, pero la familia de la deportista asegura que todo lo incrimina y exigen pronta justicia. Insisten en la celeridad porque desde el asesinato hasta la captura pasaron 12 días, aún cuando el sospechoso estaba identificado.

Thalía Mallqui Peche, hermana de la víctima y quien también entrenaba junto a Jannette, cuenta que se enteraron del asesinato porque fue el mismo Barboza quien llamó a Ingrid Mallqui Peche, la menor de las hermanas, desde el número de teléfono de Jannette; le dijo que ella estaba en una habitación de hotel, inconsciente.


Cuando Ingrid lo increpó sobre por qué había sido él quien llamaba para avisar y dónde estaba su hermana, él no le contestó. Finalmente, logró que le enviara la ubicación del hotel y sin perder tiempo, se fue a buscarla. 

Ingrid entró a la habitación donde estaba Jannette. Debieron tumbar la puerta con empujones. Allí la encontraron tirada en el piso, desnuda y desfigurada. Había rastros de sangre en toda la habitación que el asesino intentó limpiar de manera fallida.

En un principio no la reconocieron, pero una pulsera que se habían comprado Jannette e Ingrid y que ambas lucían con orgullo porque representaba la conexión entre las dos, fue la clave para identificarla. La autopsia determinó que la causa de la muerte había sido un golpe en la cabeza y que habían pasado más de 10 horas desde que murió hasta que la encontraron.

Ingrid obtuvo más datos del personal del hotel: “Sí, él fue quien llegó con tu hermana aproximadamente a las 10:00 de la mañana. Entraron los dos y solo salió él”, le contó uno de los trabajadores del lugar. También le comentaron que en la habitación hubo una pelea.

Las primeras pruebas forenses arrojaron que ella se había resistido a los golpes y que tenía restos de piel de su victimario en las uñas, lo que dio pie para hacer pruebas de ADN. A partir de ahí Ingrid comenzó a investigar quién era Barboza y por qué estaba vinculado con su hermana.

Por su parte, Thalía se encargó de hablar con todo el que escuchara el caso, con el fin de conseguir justicia. Incluso se comunicó con ella Félix Isisola Villalobos, presidente de la Federación Peruana de Lucha Libre Amateur, quien se puso a la orden para ser el mediador entre el sospechoso y la policía, para ayudar a gestionar su entrega.

Isisola conocía a la víctima y al sospechoso, por eso les aseguró a las hermanas que Barboza se entregaría, pero pasadas unas horas no sucedió

Hay muchas incongruencias que las hermanas no entienden: ¿Por qué si Isisola se había comunicado con el sospechoso, la policía no había rastreado la llamada? ¿por qué servía de intermediario y por qué la hija de Isisola había publicado en la red social de Twitter su apoyo a Barboza?

No sabemos con exactitud quién era la persona que andaba con mi hermana Jannette. Ella nunca nos dio un nombre de con quién salía porque era madre de dos niñas (de once y seis años), de padres diferentes. Imagino que quiso ser cautelosa y buscar el momento adecuado para llevarlo a la casa. Quería sentirse segura porque ya había tenido dos rupturas”.

A la única persona que le contó Jannette que tenía una nueva relación fue a su mejor amiga de la infancia. Le dijo que sentía un poco de temor respecto a Barboza porque no lo conocía muy bien, pero no le dio más detalles. Esa conversación sucedió el 4 de mayo.

Un luchador que perdió su rumbo

Paolo Barboza tiene 38 años, mide aproximadamente 1.70 y tiene una complexión atlética porque era aficionado a la lucha libre y entrenaba con el equipo Nacional, allí fue donde conoció a Jannette hace un año aproximadamente y a partir de ahí se escribían por mensajes de texto. Él le enviaba selfies y durante la cuarentena la llamaba insistentemente. Ella lo tenía registrado entre sus contactos como Pao.

Thalía cuenta que al parecer él tiene pareja y un hijo, es muy poco lo que se sabe de su vida fuera de la lucha. Además asegura que pudo mantenerse prófugo por varios días debido a que alguien de poder lo estaba ayudando. Aunque ya tiene prisión preventiva, la familia Mallqui teme que el proceso se vicie y que manipulen la investigación para beneficiarlo, según declararon para este reportaje.

“Hasta donde yo sé, él tiene un familiar que es fiscal, entonces de alguna manera estoy segura de que van a tratar, y espero que no sea así, de ocultar alguna información o algo por estilo”.

En la cruzada que emprendieron Thalía e Ingrid para saber quién es Barboza, incluyeron preguntarle a los compañeros de lucha si lo conocían, pero nadie les dio referencia. “Nadie quiere decir nada, dar un dato o simplemente comentar algo. Más bien me dicen que tenga cuidado con su familia, por las vinculaciones que tiene", expresó Thalía.

Guerrera de talla internacional

Jannette era la segunda de cinco hermanos. Vivía con sus hijas en la casa de sus padres y se formó dentro de la religión mormona. La caracterizaba la alegría y su sonrisa contagiaba a todos los que la conocían ─cuentan sus hermanas─, quienes reconocen que tenía una fe ciega en las personas. Creía que la gente era buena, agregó Thalia.

Su pasión era la lucha libre, pero estuvo retirada por 10 años para dedicarse a la maternidad. “Ella siempre buscaba la manera de hacer que la vida a sus hijas fuese sencilla, divertida y con todo lo que necesitaran para crecer sanas y felices. Por eso, cuando decidió regresar a la lucha buscó la forma de que las niñas no estuviesen desatendidas y pudiesen acompañarla para estar pendiente de ellas cuando entrenaba. Claro, si había que escoger entre dinero para algo de la lucha y las niñas, siempre escogía a las niñas. Eso sí, jamás dejaba su rutina, aunque fuera desde casa”, narró su hermana.

El esfuerzo de la atleta dio frutos porque contra todo pronóstico la seleccionaron para participar en los Panamericanos de Lima 2019, competencia en la que también participó Thalía. Por otra parte, Jannette no había descartado conseguir el amor, pese a sus dos anteriores rupturas tenía la ilusión de casarse y formar un hogar donde sus hijas crecieran amadas.

“Siento que con la muerte de mi hermana la sociedad perdió a una buena mujer, a una atleta y una excelente madre. Estamos muy carentes de valores y no entiendo por qué hay personas que deciden tomar la vida de otro. Creo que este tipo de violencia jamás podrá ser justificada”, aseveró Thalía.

“Estoy segura de que ella quería vivir, estaba deseosa por hacer tantas cosas, proyectos y la mataron con mucha crueldad. Nadie merece eso”, agregó.

Ahora la familia de Jannette se organiza para cuidar a las niñas que quedaron en la orfandad, al tiempo que siguen luchando para que se haga justicia y Barboza cumpla su pena, tal y como le corresponde si se comprueba su culpabilidad.

En busca de justicia

Han pasado siete meses y las hijas de Fiorella Santamaría no se acostumbran a la ausencia de su madre. De hecho nunca lo harán. Sus tías, encargadas de su cuidado, entienden con paciencia el dolor que las embarga cada día, desde que a las pequeñas, de cuatro y seis años, les fue arrebatada su madre. Es el mismo dolor que comparten las hijas de Jannette Velly Mallqui Peche. Ambas mujeres, madres jóvenes, asesinadas en el contexto de COVID-19, cuyas familias luchan para que se haga justicia contra los feminicidas que acabaron con ellas.

En el caso de la familia Santamaría, su viacrucis comenzó en víspera de las cuarentena. Vanessa y Yajaira Santamaría cuentan con dolor que lo sucedido el 14 de diciembre de 2019 los cambió a todos por completo.

Repasan cada llamada que hicieron ese día, cada entrevista a los testigos y la cantidad de veces que visitaron la localidad de Trujillo, Perú, para conocer los últimos lugares donde estuvo su hermana Fiorella, de 26 años, antes de que la asesinaran. Ambas se volvieron expertas en buscar evidencias, fueron minuciosas y con cada nueva información que recibían, buscaban demostrar quién fue el culpable "porque la policía no estaba haciendo su labor". Debido a la indiferencia de las autoridades, las hermanas tuvieron que entonar un fuerte grito para pedir justicia, el cual llegó medianamente seis meses después.



El sospechoso siguió teniendo una vida normal tras el asesinato de Fiorella. Acudía a trabajar a una mina en Trujillo bajo la protección de su jefe, “el señor Salirrozo”, un hombre adinerado y conocido en la comunidad, quien les dijo a su familia que no sabía nada de él, aunque los habían visto juntos, aseguró Yajaira Santamaría, una de sus hermanas.

Ellas cuentan que en medio de la pandemia la lucha fue más cuesta arriba. En declaraciones para este reportaje aseguraron que tanto el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables como el Ministerio Público y los tribunales se mostraron con lentitud dentro de la investigación al ignorar las solicitudes de la familia Santamaría señalando que por la cuarentena todos los trámites estaban paralizados ¿En qué cabeza cabe que la justicia haga una pausa?, se preguntaron Vanessa y Yajaira.

Pero a medida que ellas investigaban, descubrieron que incluso antes de que se declarara el confinamiento las autoridades habían abandonado el caso. Fue, tras un reportaje publicado en un medio local sobre el asesinato de la madre, en el mes de mayo, que sorpresivamente se retomaron las averiguaciones.

“Para ellos parecía que era un caso más, un número más en la lista. No mostraban interés pese a que todas las pruebas señalaban a Ananias, tampoco atendían lo que decían los testigos”, explicó Yajaira, quien asegura que la justicia en Perú las discriminó por ser de bajos recursos económicos.

“Aquí si uno no tiene plata, la justicia no se aplica. Lamentablemente solo te toca encender velas a tu muerto y ya”, agregó. También comenta que por el ímpetu que le pusieron a esclarecer los hechos recibieron amenazas tanto ellas como testigos de lo sucedido.

Un hombre sombrío

A mediados de 2018 Fiorella decidió mudarse de Chiclayo la capital de Lambayeque, en el noroeste de Perú, a la localidad de Trujillo, capital del departamento La Libertad. En su tierra natal que estaba a cuatro horas de su nuevo hogar, dejó a su papá, a sus dos hermanas y a su dos hijas, de quienes se encargó Vanessa, su hermana mayor. Tomó la decisión de irse para trabajar y poder mantener a su niñas. De inmediato la contrataron como mesera en un restaurante, a los seis meses conoció a Ananias.

Yajaira explica que duraron un año de relación y su cuñado las visitó cinco veces. Siempre se mostraba reacio a compartir con la familia, tenía un temperamento difícil, se molestaba fácilmente por cualquier comentario que hacían y no conversaba con ella. En cambio con Vanessa, la otra hermana, logró hacer una amistad. El hombre mantenía constante comunicación, a través de redes sociales, mensajes de texto y llamadas telefónicas.

Pronto las hermanas hallaron indicios de que las cosas no iban bien en Trujillo. En diversas oportunidades Fiorella les comentó que quería regresar a Chiclayo para estar con su papá porque vivía solo. Además, ella tenían la intención de abrir un negocio, pero su pareja se lo prohibía aunque al mismo tiempo le comentaba lo contrario a Vanessa. Le dijo incluso que quería mudarse con Fiorella a Chiclayo para ayudarla a abrir un negocio que quedara cerca de su familia.

Lo cierto es que Ananias se desdecía y mostraba un doble rostro dependiendo de con quién hablaba. Tampoco era transparente con ellas, porque al morir Fiorella descubrieron que él tenía tres hijos de dos relaciones anteriores a cuyas mujeres también violentó.

En una de esas visitas, la familia Santamaría comenzó a notar que Fiorella sufría de violencia doméstica. “Un día mi hermana llegó a la casa y nos dimos cuenta de que tenía un golpe en el pómulo, nosotras le preguntamos qué le había pasado y nos dijo que había tenido un pleito en una discoteca, luego le dijo a mi hermana mayor que se había peleado con Ananias. Días después llegó con el celular roto porque él se lo tiró al piso en medio de un ataque de celos”, reveló Yajaira.

En una oportunidad en que Fiorella llevó a las niñas a pasar unos días en Trujillo, su pareja la golpeó frente de sus hijas, según les informó el arrendador del lugar donde vivía la víctima. Mientras estuvo con Ananias, Fiorella se iba desdibujando, mostraba una sonrisa frente a sus hermanas y les decía que todo estaba bien, pero ocultaba los abusos.

De amado a verdugo

El jueves 13 de diciembre de 2020 fue el último día en que Vanessa se pudo comunicar con Fiorella, quien le dijo que al siguiente día se vería con Ananias para entregarle un dinero.

Aunque tenían conflicto Fiorella le contó a Vanessa que aún estaban juntos, pero él lo negaba. Tal y como le había dicho a su hermana, Fiorella salió el viernes 14 de diciembre a las 7:00 am de la habitación donde vivía, según les contó la señora que le rentaba, quien le advirtió que tuviera cuidado porque él ya la había golpeado en otras ocasiones. “No se preocupe, señito, ahorita regreso”, le contestó. Su última conexión en WhatsApp fue a las 8:00 am de ese día.

De acuerdo con la reconstrucción de los hechos, ella estuvo con su agresor en Río Marañón, provincia de Pataz, a cuatro horas de Trujillo. Se tomaron una cerveza y mantuvieron relaciones sexuales no forzadas. Luego fue golpeada por todo su cuerpo y tras recibir uno en la cabeza, murió. Después la arrojaron al río. El asesinato se registró a las 9:00 de la mañana y el agua que tenía en los pulmones había sido ingerida tras la muerte, por lo que descartaron que se hubiese ahogado.

El día sábado las hermanas de la víctima comenzaron a preocuparse, porque no era común que ella pasara tanto tiempo sin comunicarse; en medio de la desesperación recibieron una llamada de una compañera de trabajo de Fiorella: “Hola Vanessa, te llamo porque no sabemos nada de tu hermana. Llamen a Ananias, él sabe algo, llámalo”, le insistió. Pero antes de colgar remató con la siguiente frase: “Sabes, encontraron a una chica ahogada en el río”, pero no les dio más información, se despidió y colgó.

“No nos dijo que la víctima era mi hermana”, agregó Yajaira. Las hermanas se comunicaron con Ananias y lo increparon para que les dijera dónde estaba Fiorella, él negó saber de ella, tampoco mostró preocupación o urgencia por ayudar a encontrarla.

En un mensaje que le envío Vanessa a su cuñado y al que tuvimos acceso en esta investigación se lee: “Ananias yo tengo los mensajes de mi hermana diciendo que se vería contigo el viernes. Cualquier cosa yo te denuncio porque tú eres el principal sospechoso de que mi hermana no aparezca”. La respuesta de Ananias fue: “Solo te digo que no la he visto, Vane”.

Ante la negativa de Ananias de ofrecer información, las hermanas contactaron a un pariente en Trujillo. Le preguntaron si era cierto lo de “la chica muerta” y este se los confirmó, pero les indicó que por las características de la joven parecía ser extranjera.

“Nosotras nos tranquilizamos un poco. Sin embargo, seguimos averiguando sobre el paradero de mi hermana y a las 11:00 de la noche de ese sábado vimos unas fotos de la mujer supuestamente ahogada. Era Fiorella, la reconocimos por los tatuajes que tenía con el nombre de sus hijas en uno de sus hombros y el de Ananias en el otro”.

Los medios de comunicación que publicaron las fotos también fallaron en la forma en que informaron sobre el caso, porque sin ningún tipo de cuidado y respeto a la víctima mostraron la mitad de su cuerpo desnudo, de la cintura para arriba. Al ver la foto Vanessa, Yajaira y su papá se trasladaron a Trujillo. Fueron cuatro horas de camino que se les hicieron eternos, una procesión interminable en donde cada kilómetro recorrido aumentaba la desesperación y las dudas.

“Cuando llegamos nos dijeron que había muerto por ahogamiento, pero cuando entramos a reconocer el cadáver, la doctora nos explicó que había sido brutalmente golpeada por todas partes, aunque lo letal fue un edema cerebral producido por un golpe contundente en la cabeza. Además, la necropsia arrojó que había ingerido un veneno que hasta la fecha no se sabe qué es”, recordaron las hermanas.

“Este es un dolor bien grande, aparte nos sentimos impotentes al darnos cuenta de que una persona que creías que amaba a mi hermana le arrebató su vida. No es justo para nadie morir de esa forma y que se ensañen tan salvajemente con alguien. Siempre veía casos así en la televisión, pero jamás creí vivirlo. Ahora que ya he pasado por eso entiendo a la gente que sufre, esto no se lo deseo a nadie. Y las personas que hacen eso, creo que jamás merecen el perdón de Dios”, expresó Yajaira.

Por su parte, Vanessa piensa que su hermana fue doblemente afectada: “Le quitaron su vida y no se ha obtenido una total justicia”. Las hermanas Santamaría aseguran que con el feminicidio de Fiorella quienes más perdieron fueron sus hijas, porque dependían cien por ciento de ella y ahora quedaron en la orfandad.

Las pequeñas saben que su mamá no va a volver, sus tías decidieron decirles que ella había fallecido para que dejaran de esperarla. Cuando se les preguntan por las flores que ahora siempre dibujan, ellas responden al unísono: “Son para mamá, que está en el cielo”. 

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