Panamá

Autor: Óscar Sulbarán 
Ilustración: Johnny Lain | Antonio Ramírez
Infografía: Yordán Somarriba | Denisse Martínez

Un hogar que perdió a una madre entre las llamas

El asesinato de Karen Velásquez impactó a un país que ya suma 17 feminicidios durante los primeros seis meses del 2020. Tres niñas quedaron marcadas por el último día en el que vieron a su madre viva

La cuarentena encerró a la violencia, pero no la contuvo

Las llamadas para denunciar casos de violencia contra la mujer se incrementaron en 811%. Entre las estrategias que el Estado puso en marcha para la atención del COVID-19 se excluyeron medidas especiales para la protección de mujeres, niñas y adoslecentes en contra de la violencia durante la cuarentena

Ciudad de Panamá – Las llamadas para denunciar casos de violencia contra la mujer se incrementaron en 811% en el país poco después del inicio de la cuarentena, según estimaciones del Observatorio Panameño contra la Violencia de Género (OPVG). La cifra es una variación del mes abril de 2019 con relación al mismo periodo de 2020 y corresponde al servicio de atención telefónica del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu). De las 46 llamadas que se realizaron a la línea telefónica, las solicitudes de auxilio se incrementaron durante la cuarentena a 419.

Los datos contrastan con las cifras oficiales del Ministerio Público que registró una disminución en el número de denuncias en el mes de abril. “Eso nos dice que la violencia doméstica no estaba disminuyendo, sino que necesitamos más canales para que las mujeres puedan hacer sus denuncias”, expresó Jennifer Delgado, encargada de la Dirección de Protección de los Derechos de las Mujeres de la Defensoría del Pueblo.

De las denuncias que recibe el Ministerio Público (MP) por violencia doméstica 79% de las víctimas son mujeres, según informó Katya Meléndez, quien hasta el mes de mayo ocupaba el cargo de fiscal Superior de Familia.

Son las estadísticas del MP la única referencia para medir el nivel de la violencia de género en el país, pero no brindan un panorama completo sobre su comportamiento. Panamá arrastra una deuda importante en el tema. El último estudio que se realizó sobre la situación de las mujeres en la nación canalera (2014-2016) advertía sobre la ausencia de un sistema estadístico centralizado y agrupado por sexo. La llegada de la pandemia dejó abierto el camino de las interpretaciones frente a una data pública que muestra la cantidad de denuncias de violencia doméstica y delitos sexuales, sin establecer variables importantes como sexo y edad de las víctimas.

Basados en el Código Penal de Panamá, las estadísticas reflejan tres tipos de agresiones relacionadas con la mujer: violencia doméstica, delitos sexuales y femicidio.

En cuanto al tema de violencia doméstica, que es la guía principal para medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales para medir el nivel de agresión contra las féminas, en 2019 se reportaron durante los primeros seis meses del año 8.630 denuncias, mientras que en 2020 hubo 7.119. Durante el año pasado (en 2019), la media de denuncias mensuales registradas hasta el mes de mayo fue de 1.438, mientras que en 2020, exceptuando abril cuando se registraron apenas 532 denuncias, la media de casos reportados fue de 1.317.

“Esto representa una cifra muy alta; significa que existen datos ocultos como siempre lo hemos sabido, pues la cifra que se recibe se debe quintuplicar, incluso, porque no todas se atreven a llamar. Las denuncias que están surgiendo es porque, pese a que la mujer está escondida, se decidió a hablar”. explicó Gladys Miller Ramírez, investigadora y presidenta del Centro de Estudios de Capacitación Familiar (Cefa).

La trabajadora social, investigadora y miembro de un grupo organizado de mujeres en Panamá, Siria Martínez, también cree que se exacerbó la violencia en el periodo de cuarentena y prácticamente el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu) tuvo que asumir ese impacto, sin mayor apoyo. “No le puedo decir que el gobierno esté inactivo sino que frente a la situación que tiene el país han tenido que priorizar la atención del COVID-19 por encima de la atención a la mujer”.

Las cifras con el más notable incremento de la violencia son las de femicidio. En todo el año 2019 se registraron 21 casos, mientras que hasta junio de 2020 habían 17 víctimas. “Las mujeres son víctimas a pesar de tener medidas de protección, tenemos que revisar que se está haciendo de forma insuficiente”, agrega Jennifer Delgado.

La funcionaria hace referencia a que, a pesar de que las mujeres interponen las denuncias, terminan siendo víctimas de este delito.

Decisiones que vulneran

Dos semanas antes de que se decretaran las medidas de aislamiento obligatorio se había detectado el primer caso de COVID-19 en suelo canalero. La receta externa del confinamiento era inminente. El pronunciamiento del presidente de la República de Panamá, Laurentino Cortizo, durante la tarde del 24 de marzo confirmó lo esperado. El país comenzaba a restringir la circulación de ciudadanos. Una persona tendría solo dos horas al día para realizar compras o cumplir con alguna diligencia administrativa.

Toda la atención, por esos días, se concentraba en los anuncios vespertinos del Ministerio de Salud que se transmitían en cadena nacional. Los medios tradicionales y digitales apuntaban a las informaciones de nuevos casos y nuevas medidas. El 1 de abril de 2020, la cuarentena fue más restrictiva. Ya no solo eran dos horas diarias para la circulación de personas. Desde ese instante las mujeres solo tenían la posibilidad de salir lunes, miércoles y viernes; los hombres: martes, jueves y sábado. Se impuso una nueva limitación por género. Las prioridades de las autoridades panameñas comenzaron a girar en torno al novedoso virus.

Para la abogada Joyce Araujo, experta en casos de violencia contra la mujer, las medidas que se tomaron dieron paso a un terreno fértil para la violencia “primero, el miedo de salir a contagiarse con toda esta estrategia gubernamental de que el virus era una guerra, muchas mujeres prefirieron quedarse en esos espacios de violencia y por otro lado la incertidumbre de no saber adónde ir, o si había algún lugar abierto para poner denuncias, cuáles eran los horarios o que te detuviera la policía y no creyera que ibas a presentar una denuncia”.

La cuarentena trajo consigo consecuencias inmediatas en las mujeres. “El confinamiento en general es difícil para todo el mundo porque no estamos acostumbrados a estar en nuestras casas de manera obligatoria. El contexto varía para cada persona, para cada mujer, incluso niñas y adolescentes que permanecen en sus hogares y son víctimas de acoso sexual y violencia sexual”, dijo Araujo.

Otro factor que vulnera a las mujeres es el de los hogares monoparentales (compuesta por un solo progenitor como papá o mamá y uno o varios hijos), según el informe COVID-19 en la vida de las mujeres de la Organización de Estados Americanos. El documento expresa que en las últimas dos décadas se han incrementado los hogares monoparentales. El estudio señala que, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 78.4% de esos hogares tiene como única responsable a una mujer.

Funcionarios revictimizaron a mujeres

La revictimización es una situación que puede encerrar a las mujeres en un laberinto de violencia. Es la percepción que tiene la abogada Suky Yard, quien trabaja en casos de violencia contra la mujer, además cree que la pandemia dejó al descubierto otro problema que afecta directamente al sistema de justicia: la falta de personal. Los procesos judiciales pueden ser más lentos y, además, sin el trabajo personalizado que requiere la atención a las víctimas bajo el enfoque de género.

Yard agrega que hay casos de revictimización en los que sugieren a las mujeres que van sin compañía de un abogado, desistir de la denuncia porque introducirla tendría “efectos indeseables” en sus vidas.

“El 4 de marzo, en la Sección de Atención Primaria de Panamá Oeste esto le ocurrió a una de las mujeres que represento. Tuve que ir al lugar y la actitud del funcionario cambió totalmente con mi presencia”.

La abogada Joyce Araujo también denunció una situación similar que ocurrió a finales del mes de mayo en la Sección de Atención Primaria en el Distrito de San Miguelito, en la región capital.

“Yo atendí a una señora que le dijeron que no le podían tomar la denuncia porque eso no era violencia doméstica, yo insistí (por teléfono) y al final le tomaron la denuncia y le expidieron su medida de protección. La víctima tiene el derecho de acudir a presentar su reclamo y a que se le escuche sin ningún tipo de cuestionamiento. Lamentablemente, a veces esto sucede y la víctima, agotada, se retira”.

La fiscal Meléndez destacó que se realizan capacitaciones al personal del Ministerio Público encargado de las denuncias de violencia contra la mujer. En caso de que alguna de las víctimas no reciba una adecuada atención, expresó que Panamá cuenta con el Centro de Atención Ciudadana 311 que recibe quejas, denuncias e incluso sugerencias. Asimismo, informó que dentro del Ministerio Público existe una Secretaría de Derechos Humanos, Género y Acceso a la Justicia.

Llamados a considerar la equidad de género

Con el inicio de las medidas de confinamiento, la Defensoría del Pueblo de Panamá instó al Estado a fortalecer la prevención, atención y sanción sobre los hechos vinculados en la violencia contra la mujer. También hubo un llamado de atención por parte de diversas organizaciones a favor de la igualdad de género, en el mes de abril.

“En las estrategias que se marcaron desde el principio en ningún momento se hablaba de la violencia contra la mujer, ni de la violencia doméstica ni de la violencia sexual. Lo que se logró fue a petición del movimiento de mujeres y de las personas que defienden los derechos humanos, quienes ayudaron un poco a hacer presión para que las autoridades abrieran también información acerca de dónde acudir y qué hacer. Fue una de las últimas cosas que se pensó, porque no se consideró la equidad de género en el combate del COVID-19”, resaltó la jurista Joyce Araujo.

Según la fiscal Katya Meléndez, el trabajo desde el Ministerio Público nunca paralizó actividades y la recepción de denuncias fue permanente las 24 horas, todos los días, durante la cuarentena.

“Lo que hicimos fue facilitarle a la víctima, a través de nuestras redes sociales, las líneas telefónicas para que pudieran comunicarse con nosotros, adicionalmente se creó el correo electrónico (violenciadomestica@procuraduria.gob.pa) para información y recepción de denuncias. Lastimosamente, las personas utilizaban ese correo para consultar otras cosas que no tenían relación con nuestra labor”, explicó.

La directora general encargada del Inamu, Adorinda Ortega, dijo que en esa entidad se estableció un plan de contingencia ante la pandemia. La acción incluyó la incorporación de una línea de atención las 24 horas del día con un equipo multidisciplinario dedicado a la atención de las víctimas. Según el Inamu, los planes se divulgaron a través de medios de comunicación y redes sociales.

La realidad es que existen campañas para promover las denuncias por violencia contra la mujer con mayor difusión en las redes sociales. Sin embargo, las ONG destacan la importancia de pensar en aquellos sectores de la población que carecen de acceso al servicio de internet.

“La gente cree que todas las mujeres tienen acceso a las redes. Puede ser que muchas tengan celular, pero a veces la mujer no está conectada a internet. Esas limitaciones de acceso a la tecnología agravan más esta situación”, expresó la investigadora Miller Ramírez.

Según un reporte de la firma Tendencias Digitales, Panamá es el segundo país de la región con mayor penetración de internet. En 2019, 70% de la población tenía acceso al servicio.

Cabe destacar que durante el confinamiento el Ministerio de Salud (Minsa) puso a disposición de los ciudadanos, en general, un sistema de comunicación (a través de un número de WhatsApp y una línea telefónica) para asistencias y consultas de personas que tuvieran algún grado de afectación psicológica como consecuencia de la emergencia por la COVID-19.

Adicionalmente, hubo un esfuerzo interinstitucional para divulgar a través de mensajes de texto y en los teléfonos celulares, los canales de comunicación de diversas instituciones del Estado para la recepción de denuncias de violencia. La campaña “no estás sola” envío mensajes a 1.5 millones de usuarios de las operadoras telefónicas, en todo el país.

Salud mental también debe ser prioridad

La salud mental es uno de los aspectos más afectados cuando una mujer comienza a ser víctima de la violencia y puede incrementarse cuando decide hacer la denuncia. La trabajadora social Siria Martínez considera que en algunas situaciones los propios familiares cuestionan que una mujer acuda a la justicia y minimizan el riesgo de violencia.

Edgar Aguilar, quien durante 14 años trabajó como psicólogo en el programa de violencia doméstica del Minsa, considera fundamental atender la salud mental en el proceso de cuarentena actual. Cree que debería ser una atención constante y no solo para los informes que requiere el Ministerio Público.

“A muy pocas mujeres les mandan a hacer esa evaluación psicológica y muchas veces a las que se las manda no van por miedo o por compromisos de trabajo o por el cuidado de los hijos”, apuntó.

El mayor esfuerzo de orientación psicológica por parte del Estado se concentra en las personas acusadas de ejercer violencia sobre las mujeres y a pesar de eso con algunas deficiencias, señaló el especialista. Durante su tiempo de trabajo en el Minsa, Aguilar cubría, junto a otro especialista, una región con una población cercana al medio millón de habitantes. Su programa estaba dirigido a rehabilitar personas en un periodo de seis meses que considera insuficiente.

Orientación y cuidado

Dentro del plan de contingencia previsto ante la emergencia sanitaria decretada por la pandemia, el Inamu redujo el horario de atención para quienes acudían a los Centros de Atención Integral (Cinamu). El país cuenta con 14 de estos espacios que brindan apoyo y asesoría en el aspecto legal, de trabajo social y psicológico a las víctimas. Los Cinamu reprogramaron la asistencia a víctimas registradas en sus sedes y continuaron con la atención de nuevos casos asistidos, de forma presencial, pero solo durante medio día.

En cuanto a los dos albergues que existen en Panamá para resguardar a víctimas y que también están bajo la coordinación del Inamu, los centros mantuvieron sus operaciones durante el confinamiento. Estos lugares de corta estancia recibieron mujeres, aunque en menor cantidad que en periodos anteriores. Por ejemplo, el ingreso de personas en los meses de enero, febrero, marzo, abril y mayo fue de 17, 11, 6, 1 y 1 respectivamente.

En el último censo que realizó Panamá en el año 2010, la población femenina representaba 49.7%. Además, del aspecto demográfico, hay un desbalance de tipo social en el istmo que por consecuencia afecta a las mujeres. Se trata de una desigualdad que no se acostumbra a expresar en clases sociales, sino como un país dividido en cinco partes: el moderno, el de los barrios, el de la clase media, el rural y el de las comarcas. Es la realidad social que acentúa aún más las diferencias dentro del país, en detrimento de la equidad de género y que en cuarentena se intensificó.

Herramientas para combatir la violencia contra la mujer en Panamá

La preparación de un plan de escape es una de las principales decisiones que la mujer víctima de violencia debe considerar ante cualquier sospecha de peligro inminente hacia su integridad física, afirman organizaciones como Fundagénero en Panamá.

Antes debe dar el primer y más importante paso que es, reconocerse como un ser con dignidad. Entender el valor de su vida y de que tiene derechos que incluyen vivir sin violencia.

Para ello debe buscar ayuda y esto pasa por informarsempor ejemplo, sobre las leyes que las protegen. En el caso de Panamá, la Ley 82 del año 2013 detalla las agresiones tipificadas como delito.

Igualmente, quienes son víctimas deben apoyarse en las líneas de ayuda y ONG disponibles que brindan atención, en caso de emergencia, así como en familiares y amigos.

Es posible, incluso, que sientan “culpa por denunciar a su pareja tras un hecho de violencia”. Sin embargo, lo único que debe considerar la mujer es su defensa y su vida. Quien comete un delito es responsable de sus actos y esa responsabilidad no debe recaer en la víctima que denuncia, sino en el agresor que la hizo, indicó la fiscal Katya Meléndez.

¿Cómo saber si soy una víctima?

El Instituto Nacional de la Mujer, el cual tiene la responsabilidad de velar por los derechos humanos de las mujeres de Panamá, elaboró una Guía de orientación para mujeres que se encuentren en situación de violencia doméstica en el marco de la pandemia de COVID-19.

El documento explica las señales que deben alertar a las mujeres. Por ejemplo, si tu pareja “controla todo lo que haces, revisa tus pertenencias, controla tu celular, limita tus relaciones con otras personas, incluso familiares; te culpa de todo, te amenaza o intenta tener relaciones sexuales a través del chantaje emocional o te insulta, humilla, menosprecia, grita, amenaza, pellizca, jalonea, aprieta para generarte dolor o pega”, entonces sí estás siendo víctima de violencia”, indica.

En la página web del organismo se puede encontrar material para orientar a las mujeres en sus derechos, prevenirlas ante posibles situaciones que afecten su integridad y los pasos que deben seguir para introducir una denuncia.

También incluye referencias sobre las oficinas y números telefónicos distribuidos en el país para la atención de las mujeres.

¿Qué puedo hacer?

Entre las medidas recomendadas por Fundagénero para las víctimas o para quienes conozcan a alguien que padecen violencia y puedan orientarlas se incluyen:

  1. Preparar un equipaje que sea práctico para salir a la calle con medicinas, utensilios de aseo personal y mudas de ropa.
  2. Un sobre con todos sus documentos: carnet de Seguro Social, certificado de matrimonio (si es el vínculo con el agresor), tarjetas de vacunación, recetas de medicina que se puedan necesitar, efectivo o tarjetas; copias de llaves, fotos de la víctima y sus hijos y cualquier evidencias de maltrato.
  3. Tratar de entregar ese equipaje a algún familiar cercano, amigo o vecino.
  4. Decidir por cuál medio y a qué lugar denunciar y a su vez informarlo a una persona de confianza.
  5. Tener a la mano los números de atención de violencia contra la mujer.

Y lo más importante: llamar a la policía, denunciar y ofrecer una información detallada de los hechos.

Recuerda “identificar a los funcionarios, su número de placa, solicitarles el número y la copia de la denuncia, además de pedirles acompañamiento a la Corregiduría o Fiscalía, quienes establecerán las medidas de protección”, apunta la organización.

Lugares a dónde acudir

Inamu cuenta con la línea 182 que funciona las 24 horas del día, al igual que el número telefónico 323-3281. En caso de emergencia, el número 104 corresponde a la Policía Nacional y se puede marcar desde cualquier teléfono. También existe la línea 911.

Durante la emergencia por la COVID-19 se creó el correo electrónico violenciadomestica@procuraduria.gob.pa para recibir denuncias de forma permanente y para coordinar la atención directa, a pesar de la cuarentena.

La Fiscalía de la Familia del Ministerio Público de Panamá tiene a disposición de las víctimas oficinas y números telefónicos que reciben denuncias las 24 horas del día.

Los ciudadanos deben saber que existe, asimismo, una Carta de Derechos de las Personas ante el Ministerio Público de la República de Panamá que da el derecho de recibir un trato “considerado y personalizado”, comentó la fiscal Katya Meléndez, quien además destaca que se dictan las medidas de protección necesarias y establecidas en el Código Penal de Panamá que pueden incluir desalojo, impedimento de acercamiento o el traslado a un albergue.

En el caso de que un funcionario deje de atender las solicitudes adecuadamente o las ignore, se puede reportar la queja a la línea 311. Este servicio también brinda orientación de consultas o trámites en general, de lunes a viernes, entre 8:00 am y 4:00 pm.

Más y nuevas vías de denuncia

Otra vía que se ha incorporado para exponer estos delitos es Crime Stop Panamá, una organización internacional que trabaja en conjunto con las autoridades nacionales en materia de seguridad ciudadana y que incluyó en su portal panama.tupista.org un formulario para denunciar violencia doméstica.

Por su parte, el Ministerio de Desarrollo Social cuenta con una línea de atención, el número 147, que funciona desde las 8:00 am hasta las 11:00 pm. Mientras que el Ministerio de Salud incorporó la línea 169 para consultas médicas, donde se dispone de atención psicológica. Funciona desde las 7:00 am hasta las 10:00 pm.

De igual manera, existen instituciones como la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia que actúan en las situaciones donde hay menores de edad involucrados. Dispone de un número de Whatsapp 63787876 y otro al que se puede llamar: 63783466. 

Un feminicidio que marcó a un país

Ese jueves 9 de abril, la soledad dominaba las calles de la Ciudad de Panamá. 30 días antes, los informes vespertinos habían comenzado a transmitir en la televisión local la llamada “guerra contra el virus de la muerte”, producto de la expansión del COVID-19 en Latinoamérica.

Cerca de la capital panameña, a 30 kilómetros, en una pequeña casa de una urbanización de clase media conocida como “Lago Emperador”, Karen Velásquez de 38 años de edad, cumplía la orden de confinamiento en la provincia de Panamá Oeste.

Era Jueves Santo, un día en el que, de acuerdo con las restricciones impuestas por el gobierno durante la cuarentena, los hombres podían circular en las calles mientras las mujeres debían permanecer en casa. Tampoco es mucho lo que podían hacer cuando a ellas les correspondían salir, pues solo tenían dos horas al día por persona y para quien carecía de un vehículo era imposible hacer diligencias por el tiempo que toma. La medida había provocado, incluso, el reclamo de organizaciones de derechos humanos, quienes consideraron que la decisión vulneraba aún más a la mujer, tanto por la obligación de vivir con sus agresores como por las dificultades que representa para muchas ser el único sustento de su hogar.

Karen se encontraba en casa junto a sus hijas de uno, cinco y 14 años, cuando recibió un mensaje de su expareja, Conrado Bennett, un hombre de 42 años que se dedicaba al oficio de taxista.

Conrado le había ofrecido comida y dinero para soportar los días de la cuarentena. Sabía que la situación económica de Karen se complicaba por el impacto de la pandemia. Ella trabajaba en una floristería situada en Ciudad de Panamá y mantener la economía familiar se le hacía cada vez más cuesta arriba con una hipoteca que pagar.

Un hombre de cuidado

Karen lo había dejado por violento. Incluso un año atrás lo denunció por maltrato. Él nunca superó la separación. Tampoco dejó de acosarla, mandarle mensajes de texto e insultarla y en ocasiones hasta amenazarla de muerte.
Familiares cercanos relatan que cuando ella salía de su casa muy temprano para caminar algunos kilómetros hasta la parada de buses, Conrado la seguía desde su vehículo, para luego escribirle y decirle que sabía donde estaba.

Agobiada por el acoso, Karen llevó el caso ante la justicia. Acudió a una oficina del Ministerio Público para denunciarlo. Las autoridades dictaron una medida de protección y Conrado tuvo que alejarse por un tiempo.
En Panamá las medidas de protección suelen durar seis meses mientras avanza el proceso, pero corren el riesgo de perder vigencia cuando se deja de atender el caso. Eso terminó ocurriendo con Karen. Las medidas de protección caducaron y ese jueves 9 de abril, aparentemente, nada le impidió a Conrado acercarse de nuevo a ella.

Confiando en el enemigo

Eran las 10:30 am del Jueves Santo cuando un Hyundai Accent de color amarillo entró al conjunto residencial donde vivía Karen. El vehículo estacionó frente a la casa amarilla número 513. Era Conrado, quien minutos antes le había confirmado que le llevaría ayuda para sus hijas.
Al salir a la puerta, el taxista le pidió a Karen que entrara al automóvil. Un intenso olor a gasolina impregnaba el lugar en el que había otros vehículos. Karen abordó el carro y se sentó, sin saber que confiaba en la persona equivocada.

Testigos, residentes de la zona, aún se encuentran impactados por lo que siguió después. Conrado arrojó gasolina sobre Karen en el interior del vehículo; prendió un encendedor, lo lanzó sobre ella y salió del automóvil que, de inmediato, comenzó a arder. Se quitó la chaqueta que llevaba y huyó, mientras las llamas la arroparon.
Espantada por los gritos de su madre desde el vehículo, una de sus hijas salió en respuesta a su llamado de auxilio. Algunos vecinos fueron en búsqueda de Conrado. Minutos después, la sirena de la ambulancia retumbaba en las principales avenidas de la Ciudad de Panamá que, por un momento, despertaron del letargo de ese Jueves Santo en confinamiento.

La madre entró a la emergencia del Complejo Hospitalario Arnulfo Arias Madrid, el principal centro asistencial público, cuyo personal médico estaba orientado a la atención del coronavirus. Karen se encontraba en condición crítica. Fue internada en la Unidad de Cuidados Intensivos, pues presentaba quemaduras profundas que alcanzaron entre 70% y 90% de su cuerpo.
La noticia recorrió las redes sociales y medios locales. La sociedad panameña quedó conmocionada, a pesar de que las informaciones se concentraban en el virus y en el confinamiento. Grupos de mujeres organizadas contra la violencia femenina, organismos del Estado, representantes de la Asamblea Nacional de Panamá y otras personalidades del país se pronunciaron para condenar el feminicidio.

En Panamá, durante la primera mitad del año 17 mujeres han sido asesinadas, según reporta el Ministerio Público.

Triste día de las madres

Mientras Karen luchaba por su vida, sus familiares promovieron una campaña para conseguir donantes de sangre. La gravedad de las quemaduras ameritaba transfusiones recurrentes.

Los primeros días pudieron verla en el hospital e incluso le hacían escuchar los mensajes de sus hijas. Allegados a la familia cuentan que ella perdió la voz entre uno de los muchos daños que le produjo ser incendiada. Pero a medida que pasaba el tiempo, la condición de Karen empeoraba. La familia dejó de verla por orden de los médicos, quienes se convirtieron en los únicos informantes de su situación.

Pese a su estado de salud, sus seres queridos y cercanos se consolaban en el recuerdo que tenían de ella como madre. Era “una mujer alegre”, expresó Cristóbalina Pinzon, una de sus amigas con la que se graduó de bachiller en Ciencias (en 1999), en el Instituto Comercial Panamá, ubicado en la capital. La última vez que se vieron fue durante un reencuentro, en diciembre de 2019. Era la primera ocasión en la que ambas volvían a verse, 20 años después.

Durante 31 días, esta madre batalló por su vida en el hospital público de la capital hasta el 10 de mayo cuando Karen dejó de respirar. Los daños ocasionados por las quemaduras fueron tan severos que se cobraron su vida.
Paradójicamente, mientras en muchos lugares del mundo se celebraba el Día de las Madres el segundo domingo de mayo, en Panamá tres niñas dejaron para el recuerdo lo que eso significó en sus vidas. Tres niñas quedaron marcadas por el último día en el que vieron a su madre viva. Las pequeñas nunca más supieron de ella desde aquel jueves fatídico en el que Conrado se las arrebató.

La urgencia de prevenir

Para el psicólogo Edgar Aguilar, el femicidio de Karen Velásquez es la muestra de un patrón común en la violencia contra la mujer: los dos años siguientes a la separación representan los de mayor riesgo de agresión contra las mujeres, advierte el especialista, quien alienta a las víctimas a denunciar con urgencia.

Nunca callen el maltrato ni por miedo ni por lo que diga la gente. Lo importante es que puedan resguarda sus vidas y las de sus seres queridos”, dijo.

El caso de Karen Velásquez representa un antes y un después en los delitos de femicidio en Panamá, aseguró la abogada Suky Yard, quien en la actualidad representa a la familia de Karen, debido al nivel de premeditación y crueldad con el que actuó el agresor.

“Por ningún motivo es aceptable ni perdonable que una mujer sea víctima de un hecho de violencia como este, mucho menos si esa mujer actuaba para garantizar el sustento de sus hijas. Este hecho ha marcado a un país que exige crear políticas para prevenir que la mujer siga siendo víctima”.

Al cierre de esta investigación, Conrado se encontraba en detención preventiva en el Centro Penitenciario la Mega Joya, en la capital panameña, a la espera de que se iniciara el proceso que lo enjuicie por el asesinato de su expareja.

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