España

Autoras: Nastascha Contreras | Nadia Gonçalves
Ilustración e Infografía: Grecia Nexans

 

Voces de esperanza:
superar la violencia desde dentro

En la violencia de género están las heridas más visibles de la violencia física y otras más difíciles de percibir, pero igual de dolorosas como la violencia psicológica. Dos españolas, cuyos nombres hemos cambiado para resguardar su identidad, nos hablan de su experiencia en el confinamiento: sobre cómo el encierro agravó el maltrato que ya estaba presente en sus vidas antes de que se propagara el virus y de cómo haber tomado medidas necesarias les evitó tener un final tal letal como el propio COVID-19

El confinamiento que no cesa con el fin del estado de alarma

En los tres últimos meses en España han muerto por violencia de género cinco mujeres y dos menores

Barcelona – Tres meses de confinamiento han obligado a las mujeres que sufren violencia de género a convivir con sus agresores. Desde que se decretara el estado de alarma, el pasado 14 de marzo de 2020, cinco mujeres y dos menores han sido asesinados, víctimas de esta pandemia silenciosa.

El caso más reciente del que se tiene registro ocurrió en la ciudad de Úbeda (en la provincia de Jáen, perteneciente a la comunidad autónoma de Andalucía) el 14 de junio de 2020, en plena desescalada. Una mujer de 46 años de edad y sus dos hijos, de 12 y 17 años, fueron asesinados por la pareja de ella, un hombre de 52 años que luego se suicidó.

¿Cómo ha atacado la violencia contra las mujeres durante el confinamiento? Las cifras oficiales aportadas por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género dan algunas pistas. En primer lugar, la disminución de víctimas mortales: en los meses de marzo a junio de 2019 murieron 19 mujeres víctimas a manos de sus parejas o exparejas; en el mismo periodo de 2020, ocho mujeres han sido asesinadas. Con la disminución de feminicidios también disminuyó el número de huérfanos por violencia de género: de 11 entre marzo y junio de 2019, se redujo a tres en el mismo periodo de 2020. 

Pero la disminución de los feminicidios no se refleja de igual manera en otros tipos de violencia contra las mujeres o en la necesidad de asistencia psicológica y legal. Por el contrario, se han incrementado en cuarentena. Expertos en el área indican que el feminicidio suele darse cuando la mujer decide dejar a su agresor y este, en el desespero, recurre al asesinato. Por lo que para algunos especialistas esto pudiera ser una de las explicaciones para la disminución de la tasa de asesinatos durante el confinamiento, pues la mujer quedó cautiva con su victimario.

De acuerdo con el Ministerio de Igualdad durante el estado de alarma —entre el 14 de marzo y el 31 de mayo— las llamadas de ayuda recibidas a los servicios de asistencia a víctimas de violencia de género han registrado un alza de 41.4% con respecto al mismo periodo de 2019 y las consultas online por correo electrónico han incrementado 450.5%. 

Por el número 016 se recibió en este período 20.732 consultas, un aumento en comparación con las 14.662 recibidas en estos mismos días en 2019. Mientras que por el correo electrónico 016-online@mscbs.es las peticiones de ayuda aumentaron al pasar de 107 en 2019 a 589 en este mismo periodo de este año.

Por otra parte, el servicio de apoyo emocional y asistencia psicológica a víctimas por mensajería instantánea (Whatsapp) ha recibido 2.038 consultas desde que empezó a funcionar, el pasado 21 de marzo.

En nota de prensa. la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, señala que ha habido un “ligero descenso” de las llamadas durante la desescalada, pero ha insistido en que no se puede bajar la guardia, porque es probable un “repunte” de la violencia física por la sensación de pérdida de control de los agresores sobre la víctima y sus hijos.

Asimismo, la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género denunció el aumento de una “violencia silenciosa”, ejercida a través de las redes sociales. Y de igual manera, las mujeres víctimas de violencia han usado “medios silenciosos”, lo que evidencia que las mujeres ni siquiera han podido pedir ayuda en voz alta durante el confinamiento.

Otro dato a tener en cuenta es el incremento de casos activos por el Ministerio de Interior. Estos son los casos en que víctimas de todo el territorio nacional han interpuesto una denuncia policial y están bajo vigilancia de los cuerpos de seguridad. Si para mayo de 2019 había 57.935 casos activos, en mayo de 2020 se registraron 61.301, un aumento de 3.366 denuncias de violencia de género.

Ante el maltrato #Notequedesencasa

Ana Bella Estévez, activista y fundadora de la Fundación Ana Bella, miembro de la Red de Mujeres Supervivientes, ha vivido en su piel la violencia de género y ha logrado superarla. Su experiencia ha inspirado a miles de mujeres y cuenta ya con una red internacional de 200.00 voluntarias.

La llegada del COVID-19 y el decreto del estado de alarma no tomó desprevenida a su organización, el chat de atención y los números de consulta siguieron funcionando y lanzaron la campaña #Notequedesencasa con supervivientes de la violencia machista, para inspirar a otras mujeres a dar el paso de salir de la situación en la que se encuentran.

“El confinamiento ha sido una barrera más que impide que la mujer rompa el silencio, en España solo dos de cada 10 mujeres maltratadas piden ayuda, en Europa tan solo 14% denuncia. Para la sociedad, las mujeres víctimas de violencia de género son invisibles. Es difícil denunciar si estás 24 horas con tu agresor, el control que ejerce dentro de casa se intensifica y se impide que el exterior apoye a la víctima”, dijo Ana Bella al ser consultada sobre la situación de las mujeres maltratadas durante el estado de alarma.

En la Fundación Ana Bella, tal como se reflejan en las cifras de llamadas al 016, también se incrementaron el número de solicitudes durante el confinamiento. Si mensualmente atendían a 150 mujeres, durante estos meses están atendiendo una media de 400 llamadas o consultas.

Uno de ellos fue el caso de Hanna[*], una joven de 19 años de edad, quien ha visto durante muchos años cómo su padre maltrata psicológicamente a su madre. Durante el confinamiento, Hanna llamó a la Fundación Ana Bella para pedir asesoría. Por WhatsApp contó para este reportaje que las descalificaciones y los celos siguen durante el confinamiento. Su madre sufre de violencia física y ella también la ha sufrido al rebelarse contra las actitudes machistas del padre. Su esperanza, al salir del confinamiento, es que su madre, su hermana menor y ella puedan irse de la casa.

Otros casos tratados por la Fundación Ana Bella van desde la tortura psicológica mediante el encierro aplicado a una mujer en una habitación, sin dejarle ver a sus hijos; también denuncias de violencia física, entre ellas la de un hombre que golpeó repetidamente a su esposa embarazada en la barriga; hasta el intento de un feminicidio hacia una mujer en Andalucía. Este último ocurrió apenas comenzó el confinamiento cuando la mujer le dijo a su pareja que quería separarse y este intentó degollarla; gracias los servicios asistenciales pudo salvarse. La organización ha percibido, además, en las llamadas que atiende su fundación un incremento de las denuncias por abusos sexuales a menores.

Tribunales con las víctimas

Apenas conocerse el Real Decreto 463/2020 que anunciaba el estado de alarma en España, el Ministerio de Igualdad lanzó la campaña divulgativa “Estamos contigo. La violencia de género la paramos unidas”, pero la incertidumbre de qué se podía hacer o no sin vulnerar la ley estuvo presente entre las mujeres que padecen la violencia de género.

Ante una situación de peligro se instaba a las mujeres a llamar al número de emergencias (112), a la policía (091), la guardia civil (062) o al número de emergencia exclusivo para casos de violencia contra la mujer (016) y en medidas extremas a dejar el domicilio si era posible, ya que no habría sanción por salir a la calle.

Este fue el caso de Marta[*], en la ciudad de Málaga, quien tuvo que salir de su casa tras recibir un golpe de su marido en la cabeza, que le abrió una herida. Esperó a que él se fuera para salir de casa y huyó con su hijo de 13 meses. En la calle fue auxiliada por una patrulla policial.

Pero cuando la violencia no era física, las mujeres tenían más dudas de cómo proceder. En estos casos la asesoría legal fue fundamental. Sonia Márquez es abogada, especialista en temas de género. Relata el caso de una clienta que ha sufrido amenazas por su exmarido de quitarle la custodia al no poder cumplir el régimen de visitas, ya que su hija sufre de una cardiopatía y era muy riesgoso que saliera durante el estado de alarma.

Apoyar a la superviviente, recordar que la ley la ampara y que su exmarido no podría usar esto en su contra ha sido fundamental durante estos meses de confinamiento.

Los tribunales han trabajado sin pausa durante el estado de alarma. En un caso de violencia de género, tras efectuarse el juicio si había orden de protección para la mujer, esta llevaba aparejada la de sus hijos. “Los juzgados han funcionado muy bien. Las órdenes de protección han estado más por salvaguardar a la víctima”, relató Márquez.

Sin embargo, los juicios por divorcios o patria potestad se detuvieron, lo que en algunos casos obligó a las mujeres a seguir viviendo con sus agresores cuando ya habían interpuesto una demanda.

Asuntos pendientes

Las secuelas del confinamiento se verán en los próximos meses, en eso coinciden las expertas consultadas. Tanto en el número de denuncias que se interpondrán ahora que las mujeres han podido recuperar la movilidad, como en las secuelas psicológicas que dejarán el haber estado encerradas con su agresor.

Alejandra Delgado es psicóloga especializada en violencia de género. Durante el confinamiento las llamadas que más recibió fue de mujeres que sufren violencia psicológica y violencia económica. La dependencia económica para las necesidades diarias derivó en algunos casos en que el agresor racionaba la comida o las dejaba sin dinero para comprar, esto unido al control continuo del maltratador dejará un impacto en ellas.

“Uno de los síntomas en periodos de estrés de larga duración es somatizar enfermedades. Las secuelas físicas producidas por estrés postraumático van desde manifestaciones de dolores óseos, fibromialgia, colon irritable y es muy habitual ver enfermedades dermatológicas”, contó Delgado.

Otro de los asuntos pendientes, una vez superado el confinamiento, será dar respuesta legal a todas las demandas civiles que quedaron suspendidas, divorcios, custodias. Para la abogada Sonia Márquez aún se debe informar más a las mujeres sobre sus alternativas para salir de la violencia de género: “Por muchas campañas publicitarias que salen, sigue habiendo mucha desinformación. Se insiste en la denuncia, pero a veces lo mejor para las mujeres es llevar un buen divorcio o unas medidas paternofiliales. Si hay lesiones físicas hay que denunciar, pero si no yo siempre recomiendo a mis clientas que se metan el móvil en el bolsillo y registren los insultos que reciben, así ya no es la palabra de una contra otro y se puede probar en un juicio”.

Para Márquez otro de los asuntos pendientes está en la atención primaria a la mujer maltratada; en casos difíciles de comprobar hay policías que no quieren recoger la denuncia, no hay cuerpos policiales preparados y a muchos jueces les falta empatía.

Desde que comenzaron a contabilizarse las muertes por violencia de género en España, en enero de 2003, ha habido 1.054 víctimas mortales, el perfil de las víctimas  —de acuerdo al último informe publicado por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial— es que no hay un perfil único: no depende de la situación económica, geográfica o los estudios que tenga una mujer, todas son susceptibles a toparse con esta pandemia silenciosa y de toda la sociedad depende romper este confinamiento.

Ana Bella Estévez sostuvo que una vez que se levante el confinamiento en todo el territorio español, se podrán ver las denuncias que las mujeres no han interpuesto por miedo y por estar controladas en todo momento por su agresor.

*Los nombres de las mujeres que han cedido su testimonio han sido modificados para respetar su intimidad y no interferir en las acciones legales que están llevando a cabo o realizarán en un futuro próximo. 

¿Crees que estás siendo víctima de violencia de género?

Te damos una guía para que detectes las señales y también los contactos que necesitas, recuerda que ¡No estás sola!

Alerta, las primeras señales surgen tempranamente

-El amor romántico puede ser una trampa: declaraciones de amor eterno, excesivas muestras de afecto, decisiones precipitadas de mudarse juntos, entre otros, pueden ser una señal de que algo no va bien.

-El agresor tiende a aislar a las víctimas de sus personas de confianza, como su familia y amistades cercanas. Poco a poco irá controlando y recriminando el contacto con estas personas y la mujer comenzará a sentirse cada vez más sola y aislada.

-La descalificación de los talentos y capacidades de las mujeres, así como el continuo cuestionamiento de las opiniones y valores de ellas es una estrategia para disminuir su autoestima y minar su confianza.

¡No temas! Contacta con las autoridades

El Gobierno español tiene el número 016 como un número de emergencia que permite atender todos los tipos de violencia contra la mujer. Creado y promovido por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad 016 es un servicio telefónico de información y de asesoramiento jurídico en materia de violencia de género y violencia hacia la mujer. 

Te pueden asesorar ante diferentes tipos de violencia: desde las agresiones de pareja, sexuales, violencia física y psicológica, matrimonio forzoso e inclusive acoso laboral. 

No tengas miedo. El 016 es totalmente gratuito y confidencial, no queda rastro en la factura, pero sí es preciso borrar del registro de marcación del teléfono. Atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes, al igual que el correo 016-online@mscbs.es.

Además, puedes acceder a un servicio psicológico inmediato que se presta vía mensajería instantánea (Whatsapp), a través de los teléfonos (+34) 682916136 y (+34) 682508507.

Busca asesoría

La abogada Sonia Márquez Bormujos indica que no en todos los casos de violencia de género conviene hacer una denuncia al agresor, salvo en casos de violencia física, donde siempre se debe denunciar. 

Ante las faltas de pruebas o lentitud en los procesos burocráticos, en el agresor se genera una sensación de impunidad: pueden darse casos de aumento de la violencia física e incluso mayor empleo de violencia psicológica. 

A veces, una separación a través de un divorcio puede acelerar el proceso, evitar escaladas de violencia e incluso no afectar negativamente a los hijos o familiares cercanos.

Denuncia la violencia psicológica

Si sufres lesiones físicas la recomendación es denunciar; sin embargo, en casos de violencia psicológica es muy difícil de tener evidencias. Ten tu móvil siempre contigo en el bolsillo y graba los insultos que recibas, pueden servirte para probar que eres víctima de agresiones verbales. También los testimonios de tus amigos y personas cercanas pueden apoyar tu versión. 

Retírate en silencio

Expertos registran que el momento más violento y donde ocurren la mayoría de feminicidios es cuando la víctima decide dejar a su victimario. Una de las recomendaciones es alejarse de la cocina para evitar que tomen objetos punzo penetrantes como cuchillos para causar heridas o incluso la muerte. Si tienes que huir, y puedes esperar a que el agresor salga de casa, hazlo. Si te ves en una situación de peligro inminente llama a las fuerzas de seguridad: 112 para emergencias, 091 para policía nacional, 062 para guardia civil. 

¡Conéctate a la red de supervivientes! 

Ana Bella Estévez es una emprendedora social que logró superar su propia situación personal como víctima de violencia de género y crear una red de apoyo para las mujeres que, al igual que ella, transitan por esta situación. Ana Bella lucha por dejar atrás la estigmatización a las mujeres maltratadas y las apoya para que logren alejarse del agresor y puedan convertirse en agentes de cambio, independientes y autónomas, capaces de reconstruir sus vidas. Su fundación ofrece asesoría estratégica, legal y psicológica para todas las mujeres que se sientan maltratadas. 

Si quieres contactar con la Fundación Ana Bella, puedes hacerlo llamando a los teléfonos: +34 954 183 574 y +34 691 669 095

La llave siempre estuvo allí

Cuando comenzó el confinamiento Natalia*(27 años) supo que para ella y sus dos hijas (de 8 y 3 años) comenzaría un calvario. Desde hace una década vivía con su pareja, en una localidad Córdoba y durante ese tiempo sufrió los distintos tipos de violencia machista que puede padecer una mujer. Curiosamente, cuando se decretó el estado de alarma en España, el 14 de marzo, empezó para ella el fin del confinamiento como víctima.

Corre el año 2010, Natalia, una chiquilla de 16 años conoce a José [*] de 20 años. En la radio no para de sonar el “Waka-Waka” y todo el mundo habla del Mundial de fútbol en Sudáfrica. Llega el flechazo, primer amor. Al cumplir 17 años cuando sus padres se mudan, ella y su hermano se quedan, José se muda a su casa. El tiempo pasa rápido, al cumplir un año de novios, ella espera su primera hija.

La primera vez que él me pegó yo tenía siete meses de embarazo. Yo no sabía cómo reaccionar, no me lo esperaba. Me pidió perdón y han ido pasando los años y cada vez ha ido a más…”

El día que el gobierno español anunció el Estado de Alarma José, que por razones de trabajo solo estaba en casa los fines de semana, comenzó a convivir con ellas a diario. Natalia ya no solo debía adoptar las normas del Real Decreto; dentro de su piso, su marido dictaba sus propias normas: no podría salir a comprar comida, le quitó el móvil, no le dejaba hablar con sus amigas y familia. Para él, las reglas eran más flexibles.

“Estaba aquí todos los días (…) todos los días rompía el confinamiento para salir a consumir (drogas), todos los días bebía alcohol y las cosas fueron a peor porque me rompía todo, rompía los juguetes de mi hija, rompía el televisor, rompía cuadros, me pegaba, le pegaba a las niñas”.

En 2011, Natalia interpone una denuncia con orden de alejamiento contra su pareja, pero la retira, él cambiaría, pensó ella. Recuerda que una semana después José le propuso matrimonio. Al año se casaron y recibieron felices las llaves del piso que compraron. En 2016 llega su segunda hija. Pero tras la puerta de ese nuevo hogar, la violencia sigue presente.

“Un día vi un programa en televisión y vi que salía Ana Bella Estévez, quien había creado una fundación de supervivientes de violencia de género y la busqué en internet. En su testimonio contaba cosas que a mí me estaban sucediendo. Yo era consciente de que me maltrataba físicamente, pero no de todas las otras cosas que me hacía: no me dejaba salir, no me dejaba hablar con mi familia. Creía que él lo hacía como un bien para mí, pero estaba privándome de mi libertad y de mis derechos como mujer”.

Cuando ya no quiso estar con él, el agresor comenzó a golpear también a las niñas. Es abril de 2020, una semana antes de que Natalia lo denunciara, José golpeó a su hija mayor que terminó en urgencias, tuvieron que ponerle puntos en su cara. Esta fue la última llamada de atención para ella, no podía esperar más: él tenía que alejarse.

"No quiero estar contigo ya más porque tú le estás pegando a las niñas"

El día que Natalia decidió salir de casa, se vistió y guardó los documentos de propiedad de su casa, dinero y sus llaves. No pudo esperar a que José saliera, al darse cuenta de que ella se iría con las niñas él destrozó todo, tiró sus llaves por la ventana, destruyó la tableta de su hija, rompió las tarjetas bancarias y forcejeó hasta llevarla a la cocina. Su objetivo era abrir el cajón de los cuchillos. Mientras lo calmaba e impedía con su propio cuerpo que abriera la gaveta, recordó que tenía una llave escondida en un mueble, como en el cuento de Barbazul, la llave era una llamada de atención, debía abrir la puerta, debía ver detrás de la puerta prohibida. Le pidió a su hija mayor que buscara la llave y abriera la puerta, pudieron huir. “No hay necesidad de aguantar, porque al alejarse siempre lo que viene después es mucho mejor”.

Hoy Natalia cuenta el episodio desde su apartamento, en el que vive con sus hijas luego de que una jueza comprobara la situación de abuso. Él está en casa de sus padres, con una orden de alejamiento y un dispositivo electrónico en el tobillo que le impedirá acercarse a ella y a sus hijas en dos años. Pasado este período, se decidirá si la custodia pasa a ser compartida si él supera su adicción a las drogas y el alcohol.

Durante este tiempo, esta superviviente cordobesa tiene la custodia total de sus hijas, ha comenzado el proceso de divorcio y la apoya un abogado de oficio que le otorga la comunidad autónoma de Andalucía por ser un caso de violencia de género.

Hallar la llave que le permitió salir de su confinamiento interior le está permitiendo reconstruir su vida y la de sus niñas. Las lleva al parque sin el temor de recibir un mensaje de texto o una llamada de regaño por haberse pasado la hora que tenía permitida. Sus hijas se sienten tranquilas. Para ellas ya comenzó la desescalada de la violencia.​

El gas silencioso de la violencia psicológica

Lo que vivió día a día Alejandra [*] en el confinamiento no dejó huella física, pero sí una gran herida psicológica. Estuvo forzada a convivir con su expareja con la que desde hace un año intenta separarse y que a causa del COVID-19 se paralizó su juicio de divorcio pautado para mayo de 2020.

Ella de 41 años y su ex pareja de 40, junto con su hijo común de 7 siete años, tuvieron que vivir confinados en su casa de Madrid. Jorge, su agresor, fue socavando la percepción de la realidad de Alejandra. La torturaba de diferentes maneras como mantenerla confinada a la habitación donde dormía y la habitación donde teletrabajaba, grabarla, espiarla y vigilarla continuamente, no permitirle estar por mucho tiempo en los espacios compartidos como la cocina e insistirle en que su mera presencia era motivo para provocar una confrontación y lo más grave: no permitirle ver a su hijo por semanas, castigar al niño cuando mostraba afecto hacia ella.

Lo que sufre Alejandra es lo que los psicólogos denominan Luz de gas o gaslighting, un tipo de violencia donde el maltratador trata de todas las maneras posibles para alterar la percepción de la realidad de la víctima y socavar la confianza en sí misma y su autonomía.

“Como no deja huella física, en mi cabeza no cabía que era maltrato. Sabía que él no me trataba bien, pero pensaba que sencillamente no me quería. En unas vacaciones me enfermé y para castigarme me dejó en la habitación sin cenar. También solía subir y bajar las persianas para no dejarme dormir, me permitía solo ver a mi familia una vez al mes. No me hablaba, sólo para hacerme broncas, no me permitía contratar ayuda para la limpieza, tenía que hacerlo todo…”.

Es un maltrato igual o más dañino que la violencia física, pues también afecta la salud mental y física de la persona maltratada. Además de tener episodios de ansiedad e insomnio, Alejandra sufre de lumbagos como una somatización del estrés. En el confinamiento tuvo episodios en los que no podía respirar y al final no se pudo detectar si realmente ella tuvo el coronavirus o si fueron episodios de pánico. A su situación personal se suma el duelo de haber perdido a su abuela por el COVID-19 y la preocupación de que una de sus hermanas estuvo muy enferma también por el virus.

Su hijo ha estado sufriendo espasmos y luego de un estudio médico detectaron que eran tics nerviosos por la situación de estrés que está viviendo, a causa del maltrato de su padre hacia su madre.

“Tengo un buen trabajo en marketing, tengo estudios, aparentemente no soy el prototipo de mujer maltratada…”.

Al sentirse confundida y deprimida, decidió buscar ayuda psicológica con un terapeuta, quien le confirmó que su situación provenía de la silenciosa tortura en la que la ponía su pareja. En su trabajo ha tenido el apoyo de sus compañeros y del departamento de Recursos Humanos, quienes organizaron una charla corporativa para detectar signos de violencia de género entre los compañeros.

También sus padres y hermanas la apoyan completamente, la han guiado en la búsqueda de apoyo psicológico y respaldan por completo sus decisiones. Sin embargo, es usual en casos como los de Alejandra que la familia, aún cuando de manera temprana nota los abusos del agresor, se mantiene al margen de la situación para evitar intervenir por respeto o temor a afectar el ámbito privado de la pareja.

“Desde que le dije que me quería separar, su actitud sin llegarme a pegar es agresiva: da golpe a las puertas, tira comida al suelo…”.

Alejandra no se pudo ir de su propia casa en el confinamiento, porque está en pleno proceso de divorcio. Irse implicaba, en cierta manera, perder la custodia de su hijo y también un riesgo de perder su propiedad. Ella interpuso su separación en abril de 2019 y se espera que el juicio definitivo sea para finales de julio de 2020.

Aun cuando tiene un caso sólido es probable que Alejandra no obtenga custodia plena de su hijo, ya que el agresor niega todo el abuso, además de exigir una indemnización económica porque ella es la principal fuente de ingresos en el hogar.

La batalla de Alejandra todavía no está ganada, aún queda el juicio pendiente, pero ella espera pronto dejar atrás esta experiencia terrible, quiere cerrar el ciclo para poder decir que ya no está atada a quien un día amó y fue su maltratador.

*Los nombres de las mujeres que han cedido sus testimonios han sido modificados para respetar su intimidad y no interferir en las acciones legales que están llevando a cabo o realizarán en un futuro próximo.
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